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Nuestras Doctoras Honoris Causa: Desterrar los valores androcéntricos

lunes 29 de abril de 2024 - 13:30 GMT+0000

No se conocían de nada, aunque luego descubrieron muchas cosas en común. La filósofa de la ciencia Eulalia Pérez Sedeño y la escritora Elsa López Rodríguez han compartido estos días el inmenso honor de ser nombradas doctoras Honoris Causa por la Universidad de La Laguna. Desde que la una escuchó a la otra en su discurso de investidura ambas quedaron prendadas y sorprendidas, porque se dieron cuenta de que en el fondo hablaban de lo mismo. Una desde la academia, la otra, desde la literatura. Y es que la lucha contra los valores androcéntricos que imperan en todos los ámbitos de la vida ha marcado profundamente el quehacer y, como dice Elsa, la batalla, de estas dos grandes mujeres.

Mantenemos una conversación con las dos doctoras en Filosofía, más corta de lo que hubiésemos deseado, para conocerlas más de cerca y explorar esas coincidencias. En la comida posterior a la ceremonia, ambas conocieron la curiosa similitud que se había dado en sus respectivos nacimientos, puesto que Eulalia había nacido en Marruecos, y Elsa en Guinea, unos orígenes que a buen seguro han marcado sendas vidas.

La que fuera directora de la FECYT y primera catedrática en España de Filosofía de la Ciencia, habló en el Paraninfo de la construcción de la ciencia y de cómo en esa pretendida elaboración objetiva se ha dejado muchas veces de lado la perspectiva de género, considerándola en no pocos casos como un influjo negativo más que debe ser desterrado. Demostró en su lección de investidura que se hace mejor ciencia cuando la visión es más completa, más integradora, y recordó de hecho la lucha de las sufragistas a finales del XIX contra la idea de pobreza intelectual de las mujeres. La ciencia, como tal, debe atender a su contexto sociocultural. En consecuencia, dijo, “desarrollar una nueva ciencia feminista va unido a crear una nueva realidad social y política”.

La escritora y Premio Canarias 2022 de Literatura ha sido siempre una luchadora incansable y defensora de valores sociales y libertades públicas. Poeta, docente, gestora cultural, muchas son las facetas de esta prolífica mujer, que en la ceremonia reconoció no haber perseguido mayores méritos académicos que los de ser maestra de Filosofía, “enseñar cómo poder sobrevivir en un planeta tan lleno de desigualdades sin menoscabar la libertad de los otros al entender lo que eran y por qué lo eran”, dijo. Este homenaje para ella inesperado y de enorme valor le ha enseñado que su camino no ha terminado.

Elsa: Me doy cuenta de que muchas de las cosas que Eulalia ha leído en su discurso de investidura son las que yo pienso, están en mi pensamiento y en mi batalla diaria, pero ella las ha dicho desde la óptica de la ciencia. Y luego cuando yo leo lo mío compruebo que las dos hablamos de diferente manera, pero del mismo asunto, el papel de la mujer. Para mí ha sido un aprendizaje.

Eulalia: A mí me ha emocionado muchísimo el discurso de Elsa, porque es una manera de decir cosas que sabes desde la academia, pero con una sensibilidad y calidad literaria maravillosas.

Preguntadas por lo que ha supuesto para ellas ser doctoras Honoris Causa por esta universidad, no pueden estar más satisfechas:

Eulalia: Para mí es el máximo honor que se le puede dar a una persona en la academia. Las dos somos doctoras, pero esto es un reconocimiento a toda una trayectoria. Para mí es un honor formar parte de esta universidad, a la que me unen tantos lazos de amistad y colaboración académica.

Elsa: Yo también soy doctora, y cuando me dieron el cum laude me quedé como estaba, no le di mayor importancia. Pero esto es distinto, es una ofrenda. Es como cuando te dan un regalo. Te están diciendo que tu trabajo ha merecido la pena. No se trata de un premio literario tras el cual hay un jurado de cinco personas que toma la decisión; esto es algo hecho a conciencia, es la comunidad académica la que lo solicita. Eso es muy importante para nosotras.

Se unen en este caso, ciencia, cultura y feminismo. ¿Son elementos que no se pueden disociar?

Elsa: A mí me da igual ir en una manifestación dando gritos, que escribir un artículo sobre lo mismo que he dado gritos, que hacer un ensayo sobre lo mismo que he dado gritos. Estoy haciendo lo mismo con distinto formato, pidiendo que las mujeres sean libres.

Eulalia: Para mí son inseparables. La ciencia también es cultura. Para mí es impensable que alguien en un mundo como el de hoy diga que no le interesa la ciencia, que se muestre ajeno al desastre medioambiental o a los retos que nos enfrenta la inteligencia artificial.

Elsa: Es que eso es pura filosofía. Yo no podría escribir como escribo si no hubiera avanzado en conocimientos. Si no entendiera el mundo en el que estoy no podría escribir ni una letra.

¿Está todavía el sistema de ciencia y tecnología plagado de valores androcéntricos?

Eulalia: Absolutamente. Estamos en situación de igualdad en las etapas de primaria, secundaria, bachillerato y al comienzo de los estudios de grado. Pero a medida que se va avanzando en la carrera académica, las mujeres van desapareciendo, sobre todo a partir de esos momentos en los que ya no se funciona por el sistema meritocrático. Cuando hablamos ya de plazas fijas lo que vale es el sistema de cooptación, ya no sirven los méritos. Intervienen en este caso factores como la amistad o la influencia.

Hay un estudio muy interesante de unas autoras suecas que demostraron que el sexismo es lo más difícil de erradicar a la hora de evaluar proyectos de investigación. Este artículo de finales de los años 90 supuso un escándalo y hubo que reevaluar una ingente cantidad de proyectos. Lo que hicieron estas investigadoras fue coger una convocatoria y evaluar con los mismos criterios que la comisión designada a tal efecto, pero sin los prejuicios subyacentes. Pudieron demostrar que una mujer con los mismos méritos que un hombre estaba evaluada 2,6 veces menos que el varón.

Entiendo que ese sistema de cooptación sigue presente….

Eulalia: Sí. En España tenemos el sistema de acreditación que ha permitido que esta validación de calidad sea nacional, lo cual está muy bien, pero una vez acreditados son los departamentos y las facultades las que deciden para quién son las plazas, y eso ya no es meritocrático. Ahí entran los juegos de poder.

Es decir, que al final es un paso atrás. Y si eso pasa en la academia qué no pasará fuera de ella.

Eulalia: Es que la academia es igual que cualquier otro sitio. Esa idea que tenemos de que la ciencia es el no va más, no es cierta. Está hecha por seres humanos.

¿Y en el mundo de la cultura?

Elsa: Las batallas son épicas…Se conocen más que en el mundo de la ciencia, eso es cierto. La situación ha llegado a un límite de ahogo. Hay bastantes escritoras que levantan su voz con este asunto. Hace años conocí a una directora de orquesta maravillosa, canaria, que dirigía la orquesta de Córdoba. Le dije que no iba a durar un año, y así fue. A los hombres no les gustaba que una mujer les levantara la voz o la batuta. Le advertí que tuviera cuidado, en un gremio difícil y en una localización complicada.

En el arte pasa igual: solo hay que mirar las actividades propuestas, y de diez exposiciones de hombres solo hay una de mujeres. Ellos dicen -muy solícitos, además-, es que si no valen no se les expone. A lo que yo respondo que de esas diez propuestas al menos tres no sirven, y ahí están. No soy de las que cree que haya que imponer una cuota, esa imposición política es nefasta. La lucha tiene que venir de abajo.

Eulalia: Yo no estoy de acuerdo con eso. Si hubiera cuota al menos tres o cuatro exposiciones de mujeres hubiesen salido. Por eso estoy a favor de las cuotas, porque no están no porque no valgan sino porque no se las considera.

Elsa: Vale, te lo admito. Tengo una nieta que es peor que tú y me discute esto constantemente… Es que me irrita ver a los hombres decidiendo sobre cuotas. Ya me ha pasado de estar en un jurado de poesía, suena el teléfono y alguien dice ¡ojo!, que hay cinco hombres y una sola mujer y ellos deciden qué mujer entra, si llamamos a esta o a la otra.

El año pasado me invitaron el 8 de marzo al Senado, y mi única condición fue ir acompañada de ocho mujeres escritoras. Quiénes, se me preguntó, como si ellos tuvieran que ver si realmente había ocho mujeres escritoras en este país… Es decir, el problema es el desconocimiento. No saben dónde están esas mujeres pintoras, escultoras…

Eulalia: En ciencia pasa lo mismo. En cualquier reportaje periodístico sobre cualquier descubrimiento ves fotos de equipos de investigación con un montón de mujeres, pero el entrevistado es el señor. Desde la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas hemos creado una base de datos de mujeres para que los periodistas tengan estas fuentes a las que acudir y no se pueda argumentar que no hay mujeres relevantes en ciencia.

Elsa se levanta y sale despavorida hacia el aeropuerto, para tomar un vuelo que la llevará a casa, a La Palma, no sin antes propinar besos y abrazos a todas. Unas últimas cuestiones, pues, para Eulalia: ¿algún avance relevante en lo social en los últimos veinte años?

Eulalia: El feminismo. Lo que hemos conseguido desde el feminismo en todos los ámbitos, y puedo hablar desde la academia y la investigación, es uno de los logros más fundamentales que ha podido haber. Que se tenga en cuenta la idiosincrasia de las mujeres, pese a que la sociedad siga siendo muy androcéntrica y muy misógina también. Hemos conseguido que el sistema de I+D+i sea sensible a las mujeres, porque todavía hoy llevamos el peso del hogar, de la educación de los hijos y del cuidado de los mayores.

Con la irrupción de movimientos de extrema derecha, el auge del populismo y de las pseudociencias, ¿percibe algún retroceso en este campo?

Eulalia: Yo tengo el argumento de que retroceder siempre es posible. Lo estamos viendo con el ataque que se está produciendo al feminismo y a las mujeres. Solo hay que ver el movimiento americano de las ‘trad wives’, mujeres antifeministas que deciden quedarse en casa a cuidar de sus maridos, cocinando. Son mujeres de treinta años, de clase media-alta, que se pueden permitir no trabajar porque sus maridos ganan mucho dinero, claro.

Antes habíamos llegado a un punto en el que decir ciertas cosas no era políticamente correcto, pero el avance de la extrema derecha ha hecho que muchas personas se envalentonen y se atrevan a expresar estas posiciones de claro retroceso. Tenemos que estar muy atentas y ser muy beligerantes con estas cuestiones, y no dejarnos avasallar porque retroceder es posible.

 

 


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