Hubo un tiempo en que el ratón de malpaís correteaba por los campos áridos de Fuerteventura. Hoy, solo queda su rastro fósil y su desaparición es una pieza más del enorme puzle de pérdidas silenciosas que vive el planeta.
La Macaronesia, una región insular del Atlántico Norte que comprende los archipiélagos de Azores, Madeira, Islas Salvajes, Canarias y Cabo Verde, es reconocida por su excepcional biodiversidad y su alto grado de endemismo. Estas islas, de origen volcánico y aislamiento geográfico, han servido como laboratorios naturales para el estudio de la evolución y la especiación.
Sin embargo, estos ecosistemas se encuentran amenazados. La evidencia científica ha confirmado que estamos inmersos en la denominada Sexta Gran Extinción, un episodio acelerado en el que la flora y la fauna desaparecen a un ritmo sin precedentes, y esta vez no por causas naturales, sino por la acción humana. En particular, los ecosistemas insulares han sufrido un impacto desproporcionado debido a la llegada de colonizadores, la introducción de especies exóticas y la explotación directa de recursos.
Algunos estudios, entre los que destacan uno publicado recientemente en la revista PNAS Nexus, revelan que la mitad de las extinciones de especies terrestres endémicas en la Macaronesia están directamente asociadas a la intervención humana. La investigación, liderada por la Universidad de La Laguna y colaboraciones internacionales, identificó un total de 220 extinciones, destacando que los moluscos fueron los más afectados, seguidos por artrópodos, aves y reptiles. Proporcionalmente, las aves han sufrido el mayor impacto, con una pérdida del 50% de las especies endémicas conocidas.
Un ejemplo de esto es la extinción del ratón de malpaís (Malpaisomys insularis), endémico de las islas orientales de Canarias, como Fuerteventura y Lanzarote. Publicada por la revista internacional Quaternary Research, una investigación ha permitido establecer su cronología de extinción con gran precisión y muestra que su desaparición no puede atribuirse al clima, a la depredación de especies invasoras previas ni a la competencia con el ratón doméstico (Mus musculus): la llegada de los colonizadores europeos y la introducción de ratas (Rattus spp.), junto con los parásitos y enfermedades que trajeron consigo, constituyen la hipótesis más sólida para explicar su extinción.
Este caso subraya cómo la interacción entre la colonización humana, las especies introducidas y los cambios en los ecosistemas insulares pueden acelerar dramáticamente la pérdida de biodiversidad. En este contexto, resulta fundamental revisar los procesos históricos de extinción para informar estrategias de conservación actuales y futuras en la Macaronesia. Investigadores como Juan Carlos Rando, junto con otros miembros del grupo VerMac de la Universidad de La Laguna, entre ellos Aarón González y Zebensui Morales, aportan conocimientos actualizados sobre la biodiversidad insular y la gestión de especies amenazadas.
Investigación al servicio de la biodiversidad
El grupo VerMac es un equipo multidisciplinar que tiene como principal objetivo el estudio de la evolución, la ecología y la conservación de vertebrados en la Macaronesia. Surge de forma orgánica ante la necesidad de crear un equipo que abordase este asunto desde varios enfoques y, desde sus inicios, se ha enfrentado a múltiples desafíos en el ámbito de la investigación. Entre ellos, la “complejidad de estudiar la diversidad de especies, especialmente cuando algunas han cambiado de categoría taxonómica o se han considerado extintas”, señala Juan Carlos Rando. Además, otro objetivo es “determinar la cronología y las causas de extinción”, factores clave para la conservación y el equilibrio de los ecosistemas.
Aarón Gonzalez destaca también la relevancia de divulgar el conocimiento de manera accesible a la sociedad general y a las instituciones “para que la ciudadanía conozca y valore la biodiversidad canaria, porque solo se conserva lo que se ama y se conoce”. En relación a la conservación, Zebensui Morales hace hincapié en que “Canarias está sometida a una presión humana muy fuerte y creciente, por lo que se debe ampliar el conocimiento para ser capaces de proponer medidas de conservación”.
Las investigaciones más destacadas del grupo se centran en comprender la historia y dinámica de los vertebrados de la Macaronesia, las causas de desaparición y el impacto de las especies exóticas invasoras, desarrollando estrategias de gestión para minimizar sus efectos. Es importante tener en cuenta que los ecosistemas son sistemas funcionales completos que dependen de todos los seres vivos que los conforman, así, la complementariedad de aves y lagartos, por ejemplo, es clave para la dispersión de semillas y la polinización.
Entre las especies objeto central de estudio se incluyen ratas gigantes y otros roedores endémicos, lagartos gigantes de Tenerife y La Gomera, aves endémicas recientemente extinguidas, especies amenazadas como el guirre y otras aves rapaces endémicas, así como especies invasoras con potencial impacto sobre la fauna nativa.
La fragilidad de los ecosistemas canarios
La biodiversidad canaria es un tesoro único, fruto del aislamiento y la diversidad ambiental que caracterizan al archipiélago. Sin embargo, en los últimos años, esta riqueza natural se enfrenta a crecientes amenazas derivadas del cambio climático, la expansión urbana y la presión del turismo masivo. La pérdida de hábitats y el deterioro de los ecosistemas insulares ponen en riesgo a numerosas especies endémicas, recordándonos la urgencia de adoptar medidas de conservación que permitan compatibilizar el desarrollo económico con la protección del entorno natural.
Rando comenta que, entre los mamíferos terrestres, “la única especie endémica de Canarias es la musaraña”, mientras que en el conjunto de Macaronesia se han documentado más de 20 aves endémicas extintas y entre 25 y 30 vertebrados que han desaparecido, especialmente tras la llegada de los humanos, y la tendencia de extinciones se está acelerando. Además, se han detectado numerosas extinciones locales que funcionan como verdaderos “farolillos rojos”, alertándonos sobre el deterioro progresivo de los ecosistemas.
Por ello, la conservación es el eje principal del grupo VerMac y, en este sentido, sus estudios permiten conocer las piezas fundamentales de los ecosistemas y su funcionamiento, lo que es imprescindible para diseñar medidas de protección efectivas. Por ejemplo, los hallazgos científicos sobre especies invasoras permiten diseñar controles efectivos y restaurar condiciones favorables para especies nativas. Sin investigación básica, no hay conservación aplicada que funcione correctamente.
Aarón González recuerda cómo su abuelo le preguntó a qué iba a Gran Canaria y él respondió: “A repoblar plantas de laurisilva”, a lo que su abuelo replicó: “¿Y eso se come?”. Esta anécdota refleja cómo a veces solo se valora la ciencia aplicada, olvidando que toda investigación útil parte de la investigación básica, como comprender cómo interactúa una especie con su entorno. Como señala Zebensui Morales, en estos ecosistemas insulares “todos los vertebrados son piezas clave, cada especie cumple un papel esencial en el funcionamiento del conjunto”. También subraya la necesidad de poner en valor nuestros espacios naturales únicos, que a veces son más apreciados fuera de las islas que entre la población local.
Retos futuros
Para conservar los ecosistemas y la biodiversidad canaria en su totalidad es necesario llevar a cabo medidas y políticas concretas que favorezcan a su mantenimiento. “Se necesitan políticas valientes y sostenibles que trasciendan ciclos políticos cortos”, señala González, quien destaca que “la conservación requiere visión a largo plazo”. Asimismo, Morales expone que “hay que invertir en prevención, control de especies invasoras y restauración de hábitats, combinando investigación, divulgación y aplicación efectiva de medidas”. Las decisiones de conservación deben basarse en información científica y técnica porque, aunque existe conocimiento sobre problemas como las especies invasoras, en ocasiones no se aplica correctamente.
Tanto las Islas Canarias como el resto de territorios de la región Macaronésica están sufriendo un cambio que pone en peligro tanto a sus ecosistemas como a la biodiversidad en general. Así, Rando destaca que, de cara a los próximos años, “Canarias tiene un reto cuando se trata de gestionar a las especies exóticas invasoras”. En este sentido, cuando se habla de conservación, es muy importante que tanto las instituciones públicas como la universidad y su comunidad aporten conocimiento a través de la investigación y formen a futuros profesionales de la conservación.
También debe ser puente entre la ciencia y la sociedad, colaborando con ONG, administraciones y proyectos de participación ciudadana para que la propia ciudadanía pueda contribuir activamente en actividades de conservación. González añade que “es necesario que sea una ciudadanía libre y con pensamiento crítico, que deje permear el conocimiento científico-técnico en su día a día”.
A pesar de esto, Morales arroja un poco de luz sobre la situación, destacando algunos casos de éxito como el del guirre, que se ha recuperado en Lanzarote y Fuerteventura gracias a proyectos de conservación bien ejecutados. También menciona que varias especies amenazadas han podido mantenerse o aumentar sus poblaciones mediante planes de cría en cautividad, restauración de hábitats y manejo de especies invasoras. Estos logros demuestran que, con investigación rigurosa, inversión adecuada y colaboración entre científicos, administraciones y ciudadanía, es posible revertir tendencias negativas y garantizar la supervivencia de especies únicas de la Macaronesia.
Otro ejemplo de singularidad de la fauna canaria son los petirrojos de Tenerife y Gran Canaria, que constituyen especies endémicas propias de cada isla, distintas del petirrojo europeo. Aunque no enfrentan amenazas críticas, su estudio y difusión ayudan a que la ciudadanía valore la biodiversidad local y se implique en su conservación, recordando que incluso las especies aparentemente comunes pueden ser únicas y esenciales en los ecosistemas insulares.
En definitiva, la preservación de los vertebrados de la Macaronesia no es solo un desafío científico, sino también social y cultural. La investigación básica, la protección de los espacios naturales únicos y la implicación de la ciudadanía son esenciales para preservar estos ecosistemas insulares. Como recuerdan los investigadores de VerMac, cada especie es una pieza clave de un puzzle complejo, y su supervivencia depende de nuestra capacidad para comprender, valorar y actuar. Como ya se señaló, solo se conserva lo que se conoce y se ama, y por eso el conocimiento y la conciencia son la primera línea de defensa de la biodiversidad.
Los retos son enormes, pero los casos de éxito demuestran que, con esfuerzo, conocimiento y colaboración, es posible proteger la riqueza natural de las islas y garantizar que sus paisajes, sonidos y colores sigan vivos para las generaciones futuras. Cada acción cuenta, y cada especie preservada es un legado que trasciende el tiempo.
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