Una investigación liderada por la Universidad de La Laguna ha llevado a cabo un estudio pionero que analiza, por primera vez a gran escala, la presencia de elementos esenciales y elementos potencialmente tóxicos (EPT) en suplementos de proteína vegetal (SPV) comercializados en Europa. Se examinaron un total de 56 suplementos adquiridos en gimnasios, farmacias, supermercados y tiendas especializadas.
Este estudio, publicado en la revista Journal of trace elements in medicine and biology, ha sido realizado por investigadores integrantes de Grupo de Investigación en Toxicología Ambiental y Seguridad Alimentaria y Farmacéutica de la Universidad de La Laguna como Elena Bethencourt-Barbuzano, Katarzyna Siedzik, Dailos González-Weller, Soraya Paz-Montelongo, Ángel J. Gutiérrez, Arturo Hardisson y Carmen Rubio, quienes han contribuido de forma clave a esta evaluación de seguridad alimentaria. Asimismo, destaca la participación de personal investigador de la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Cracovia y la Universidad de Gdansk.
Este análisis surge en un contexto de crecimiento acelerado del mercado de suplementos alimenticios y dietas basadas en plantas. A nivel global, los suplementos dietéticos en polvo alcanzaron en 2023 un valor de 20.000 millones de dólares y se estima que el sector alimenticio alcanzará los 177.500 millones para 2030, impulsado por un aumento sostenido del interés por alternativas alimentarias. Entre las causas que explican este incremento de la demanda se encuentra el crecimiento de personas vegetarianas y veganas y el aumento del consumo de productos proteicos por parte de la población.
Estos suplementos contienen elementos esenciales como sodio, potasio, calcio, magnesio, hierro, zinc, cromo y molibdeno, todos ellos necesarios para el correcto funcionamiento fisiológico. Sin embargo, también se ha detectado la presencia de metales considerados tóxicos y potencialmente tóxicos (plomo, cadmio, níquel, aluminio, estroncio, bario, boro y vanadio). Aunque las concentraciones de estos elementos son bajas, los investigadores advierten que el riesgo depende de la cantidad consumida, especialmente en personas que ingieren unas dosis superiores a las recomendadas por los fabricantes.
Para evaluar la exposición real a estos elementos, el equipo analizó tres escenarios de consumo: la dosis habitual recomendada de 30 g/día, un consumo elevado de 60 g/día y un consumo excesivo de 100 g/día. Según los resultados, un consumo de 30 gramos diarios no supera los límites de ingesta tolerable establecidos por organismos internacionales, tanto en los nutrientes esenciales como los elementos tóxicos. Por otro lado, cuando se alcanzan cantidades de 60 o 100 gramos diarios, algunos elementos pueden superar los niveles de ingesta considerados seguros.
En el caso del molibdeno, podría alcanzar hasta un 250% de la ingesta adecuada en casos de consumo excesivo, mientras que en el hierro se podría superar el 120% de la recomendación en hombres y mujeres postmenopáusicas. Además, el estudio también concluye que las mujeres que consumen 100 gramos diarios de los suplementos analizados podrían exceder los niveles recomendados de cobre y magnesio.
El equipo investigador también valoró el riesgo asociado al plomo, uno de los metales más preocupantes desde el punto de vista sanitario. Para estudiar su exposición, empleó el método del Margen de Exposición (MOE), que relaciona la ingesta estimada con niveles de referencia asociados a efectos adversos. Los resultados mostraron que el consumo de estos suplementos, incluso en los escenarios más elevados, obtendría un MOE superior a 1, lo que se considera un riesgo bajo para la salud. No obstante, los autores de este estudio insisten en que este margen podría reducirse si los suplementos se combinan con otras fuentes dietéticas de plomo o si se ingieren cantidades superiores a las analizadas.
Así mismo, el estudio destaca la existencia de diferencias significativas en la concentración de elementos esenciales y tóxicos según la fuente proteica del suplemento. Las muestras basadas en soja, guisante u otras fuentes vegetales mostraron variaciones estadísticamente notables en elementos como sodio, potasio, magnesio, manganeso, cobre, hierro y zinc, así como en varios elementos potencialmente tóxicos. Esto sugiere que el origen botánico y los procesos industriales desempeñan un papel importante en el perfil mineral final de estos productos.
Por último, el estudio resalta que, aunque los suplementos de proteína vegetal constituyen una alternativa nutricional sostenible y aportan beneficios cuando se consumen de forma adecuada, también pueden convertirse en una vía de exposición no intencionada a metales tóxicos. Por ello, subraya la necesidad de reforzar los controles de calidad, armonizar los criterios regulatorios y fomentar un consumo responsable. El creciente uso de estos productos, no solo entre personas vegetarianas o veganas, sino también entre deportistas y consumidores ocasionales, convierte la vigilancia sanitaria en un aspecto esencial para garantizar la seguridad alimentaria.

