La memoria de los movimientos contraculturales es en ocasiones frágil y puede resultar en la pérdida de identidades e historias compartidas si no se documentan a tiempo. Con el objetivo de preservar y reivindicar una parte poco explorada de la cultura tinerfeña, la tesis doctoral “Ruido y oscuridad: estudio del punk y sus derivados en Tenerife”, defendida recientemente por Damián Martín Marrero en el programa de doctorado en Arte y Humanidades de la Universidad de La Laguna, analiza la relevancia del punk no solo como estilo musical, sino como fenómeno social y cultural en la isla.
La investigación aborda la escena punk en Tenerife desde el nacimiento de los primeros grupos, influenciados por el contexto británico y el turismo a finales de los años 70, hasta su resurgimiento tras la pandemia del COVID-19, impulsado por nuevas generaciones desencantadas con la escena musical local. Uno de los hallazgos más significativos fue descubrir que bandas como Escorbuto Crónico o Familia Real no solo fueron pioneras en el desarrollo de un estilo propio, sino que también influyeron en la escena nacional: “Su estilo musical no solo no era una imitación de lo que venía de la Península, sino que sus características influyeron notablemente en otras bandas del país”, señala Martín Marrero.
De esta forma, su trabajo desmonta prejuicios como la idea de que la cultura canaria siempre llega filtrada por Madrid u otras grandes ciudades, y subraya que desde Tenerife también surgieron propuestas originales para la escena punk nacional.
Orígenes ideológicos y proyección
A través del estudio de obras divulgativas, grabaciones, fanzines y entrevistas con integrantes de bandas históricas y actuales, el investigador ha podido reconstruir las distintas etapas del movimiento en Tenerife. La primera se sitúa a partir de 1978, cuando emergen dos focos diferenciados, tanto en estilo como en ideología: en La Laguna, las bandas nacen con un marcado componente ideológico vinculado al anarquismo y la izquierda revolucionaria, mientras que los grupos de Santa Cruz de Tenerife tienden en sus letras hacia una vertiente más nihilista, centrada en la autoexpresión y la ruptura, sin dar tanto peso a un discurso político.
A partir de 1983 y hasta la década de los noventa, el investigador identifica un periodo de ebullición, con la aparición de nuevos grupos y su proyección más allá del archipiélago. “Fanzines de la época documentan intercambios entre estas bandas y colectivos de Reino Unido, Brasil y Estados Unidos”. Incluso un sencillo de Familia Real llegó a sonar en radios de EE. UU. Durante estos años, muchas formaciones actúan en grandes escenarios del punk nacional como el País Vasco, donde son valoradas por su innovación musical.
Tras varias décadas en las que el género queda relegado por otras corrientes urbanas como la música electrónica o el rap, el escenario postpandemia impulsa un nuevo resurgir liderado por jóvenes. “De forma paralela al circuito convencional de locales y festivales, estas bandas recuperan el estilo clandestino de etapas anteriores y empiezan a dar conciertos pequeños”. El colectivo Hermano Mono o el grupo Tensö son algunos de los principales exponentes de este revival del punk tinerfeño, que en los últimos años incluso ha alcanzado escenarios internacionales, como los de Japón y México.
Para Martín Marrero es significativo que la escena punk actual en Tenerife muestre más actividad que hace veinte años, al coincidir músicos veteranos que continúan activos y una nueva generación que adapta su estilo a espacios alternativos más allá de los locales y salas convencionales, retomando el espíritu do it yourself que marcó los inicios del movimiento en la isla.

Martín y su director de tesis Pompeyo Pérez (el primero por la izquierda) tras la lectura de la tesis. (Cedida).
Filosofía, historia y sonido
Aunque la revisión cronológica del movimiento constituye su eje central, esta tesis incluye otros dos bloques fundamentales para entender la complejidad del fenómeno. El primero aborda una dimensión más filosófica y conceptual, analizando las raíces teóricas del punk e interpretando el movimiento desde distintas corrientes de pensamiento.
Por su parte, el tercero se centra en el análisis musical pues, como músico de formación, Martín Marrero consideró esencial abordar también los aspectos técnicos del género. Destaca la importancia de disponer de herramientas de análisis y terminología adecuadas para examinar este estilo contracultural desde una perspectiva especializada. El estudio musical suele ser una dimensión poco explorada en investigaciones sobre punk, por lo que vio necesario definir con precisión algunos conceptos clave que faciliten su comprensión a quienes no tienen formación técnica, como desafinación, distorsión, disonancia o estridencia.
Este análisis no puede aplicar los mismos criterios que en el estudio de, por ejemplo, una sinfonía de Beethoven: “Tuve que ser un poco creativo y explorar los recursos propios del género, más allá de aspectos armónicos o formales más propios de la música académica”. Su experiencia como guitarrista fue valiosa para abordar de forma práctica ciertas composiciones que no lograba entender desde una perspectiva puramente teórica, y así profundizar en los procesos de creación de algunos de los temas analizados.
Además de las entrevistas, Martín Marrero ha recopilado un amplio catálogo de maquetas, fanzines y grabaciones, tanto editadas comercialmente como disponibles en foros de internet. Un archivo detallado y exhaustivo que constituye una valiosa aportación documental.
El investigador admite que siempre sintió interés por estudiar la música popular urbana en el contexto cultural de Tenerife, pero fue gracias al impulso de su director de tesis, el profesor titular del Departamento de Historia del Arte Pompeyo Juan Pérez Díaz, que se animó a centrar su trabajo en el punk. Aunque se consideraba seguidor del género, no imaginaba la magnitud e influencia que había tenido la escena local.
Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (Cienci@ULL)

