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Viciano: «Hay una pérdida de la idea de legitimidad constitucional frente a la ciudadanía”

viernes 28 de abril de 2017 - 10:04 GMT+0000

Roberto Viciano durante su estancia en la ULL

Roberto Viciano, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Valencia, compartió en la ULL su experiencia como observador y asesor en los procesos constituyentes de Ecuador, Venezuela o Bolivia.

Viciano participó a finales de abril en el ciclo de conferencias “Filosofía y Sociedad” auspiciado por la Cátedra Cultural Javier Muguerza, con el apoyo de la Fundación MAPFRE Guanarteme. El catedrático es autor de más de sesenta libros y artículos científicos sobre Derecho Constitucional español, Derecho Constitucional latinoamericano y sobre problemas constitucionales de la integración europea. Durante muchos años, fue presidente de la ahora extinta Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), la cual asesoró a varios estados latinoamericanos durante sus respectivos procesos constituyentes.

¿Qué diferencias hay entre las primeras constituciones burguesas hasta las más recientes?

Fundamentalmente, lo que ha habido siempre ha sido una contraposición entre procesos constituyentes que se han definido como democráticos y otros que, aunque también de manera teórica se presentan como democráticos, en realidad tienen una composición mucho más elitista.

En la gran mayoría de los casos, lo que ha habido son procesos constituyentes elitistas, solamente hay excepciones minoritarias en la historia del constitucionalismo en las que sí que ha habido procesos constituyentes verdaderamente democráticos. Existe esa tensión entre los dos conceptos.

En nuestro país, por ejemplo, hemos tenido un abundante número de constituciones y, realmente, procesos democráticos en sentido estricto, solamente ha habido el de la Primera República, el de la Segunda República y el de 1978; el resto se ha hecho siempre por procesos que no han sido democráticos. Lamentablemente, eso que ha ocurrido aquí en España lo podemos reproducir en cualquier otro país europeo o de otras partes del mundo.

Usted ha participado como asesor en varios procesos constituyentes de Latinoamérica, como el de Ecuador, Bolivia o Venezuela. ¿Qué nos puede contar de esa experiencia?

En estos procesos -con independencia de los resultados que luego se han obtenido de los textos constitucionales y de que en algunos países como Venezuela se haya dado un resquebrajamiento importante del orden constitucional- lo interesante es que sí se hicieron desde una perspectiva democrática.

¿Hay alguna diferencia notable entre la manera de concebir el constitucionalismo en Latinoamérica y en Europa?

No, porque en realidad, los procesos constituyentes tienen una sola metodología tanto en su perspectiva democrática como en la elitista. Y, al fin y al cabo, lo que en América Latina se hizo fue recuperar las experiencias constituyentes democráticas de la posguerra europea, tras la Segunda Guerra Mundial.

En Europa, en esa época, hubo un reforzamiento de la democracia y las constituciones que salieron tras la guerra tuvieron un proceso constituyente muy democrático. Pero eso se relaja con el paso del tiempo, conforme la socialdemocracia europea comienza a tener posiciones más tibias respecto al valor democrático y comienzan a relativizar también el que no sea necesario ser tan puristas en la elaboración de las constituciones.

A partir de los años 70 y 80, comienza un debilitamiento de esas tesis democrática de procesos constituyentes y asistimos a procesos como el español, en el cual no hay una convocatoria de asamblea constituyente, sino que el Legislativo ocupa ese lugar, y situaciones muco peores como, por ejemplo, cuando los países de la antigua órbita soviética crean constituciones con sistemas y procedimientos bastante poco democráticos. Hay una involución estos procesos en Europa.

En América Latina, lo que ocurre es que en los años noventa y dos mil vuelve a intentar recuperar ese modelo democrático que se usó en Europa en los años 40 y 50. Efectivamente, funciona en cuanto a la fase de creación de la constitución aunque, como digo, luego, lamentablemente, ha habido evoluciones de lo que es la práctica política y constitucional que han colocado en situaciones difíciles a algunos de esos textos.

 Hay alguno de esos textos latinoamericanos que pueda considerarse un caso de éxito?

 -En los procesos en sí de creación de la constitución, pueden considerarse éxitos los casos venezolano y ecuatoriano. En el caso boliviano, la cosa fue más complicada, hubo una situación de mucha tensión que hizo que, al final, hubiera que tomar decisiones pragmáticas para sacar adelante el proceso constituyente y eso debilitó la adecuada estructura teórica de cómo debería hacerse. En principio había un programa para hacerlo de manera adecuada pero la realidad empujó a que no se pudiera aplicar..

En el caso colombiano, la constitución de 1991, sin duda es la que primero abre este intento de recuperación de los procesos constituyentes democráticos en América Latina, pero también adoleció de algunos problemas. Entre otros, que no hubo ratificación por parte de la ciudadanía, cosa que en una concepción democrática es un elemento fundamental.

 Imagino que en estos procesos latinoamericanos que intentaron recuperar la tradición democrática constitucionalista hubo resistencias por parte de algunos poderes.

 Evidentemente, cuando llega una agenda democrática, los partidarios de modelos elitistas entienden que eso va a suponer una pérdida del control de la situación y suelen enfrentarse de manera muy contundente. Por ello, esos procesos son altamente conflictivos, de confrontación fuerte en donde vuelve a aparecer con energía la idea “amigo-enemigo” en política.

El caso más evidente de esa resistencia es el de Bolivia, en donde casi se llegó a una situación de guerra civil. Una parte de la oligarquía boliviana se plantea desgajar las provincias donde tenían mayoría y, por lo tanto, provocar una ruptura de la unidad del estado boliviano. Si se llega a ese nivel de confrontación, imagínate en todas las cuestiones intermedias hasta llegar a ese punto.

Siempre está sobre la mesa la necesidad de reformar la Constitución española de 1978, que está muy protegida para unas cosas pero en otros momentos parece que es relativamente fácil introducir cambios. ¿Qué opina al respecto?

 Es España vuelve a ocurrir un poco lo mismo. La propia Constitución del 78 se realiza mediante un proceso constituyente en donde hay elementos democráticos claros, como la ratificación por los españoles del texto constitucional, pero también hay elementos no muy democráticos: el tutelaje de las fuerzas armadas sobre todo el proceso; la indicación de manera no explícita pero sí bastante implícita de los límites que no se podían franquear por parte de la asamblea constituyente (la estructura territorial del estado o la propia monarquía). Por lo tanto, nuestro propio modelo del 78 tiene deficiencias democráticas.

La Constitución del 78 no resolvió muchos problemas porque no se pudieron plantear abiertamente y con claridad, que han seguido apareciendo intermitentemente en la vida política española y, con la crisis económica, de alguna manera se dimensionaron más.

Al principio la gente planteaba que hacía falta algunas reformas constitucionales: siempre ha habido consenso en establecer el principio de igualdad en la sucesión a la Corona, cosa que no está contemplada en nuestro texto constitucional aún; y también la reforma del Senado.

Pero luego la agenda se ha ido ampliando: ha habido una cierta conciencia de que también hay un problema grave con la eficiencia y la garantía de los derechos sociales, que tienen una protección menor en la constitución; el sistema electoral, que tiene algunos principios establecidos en el propio texto constitucional y no se puede modificar si no se modifica la constitución; el debate sobre la institución monárquica, no ya en el sentido de sucesión, sino de si se quiere mantener o pasar a una estructura republicana (debate que no se pudo dar en su momento); la estructura de todo el Título VIII de la Constitución [referido a la organización territorial del estado], que está puesta en solfa por las situaciones que se han ido produciendo estos años; la independencia del Poder Judicial; la Independencia del Tribunal Constitucional, etc.

La agenda de lo que hay que cambiar es cada vez mayor y por eso, cuando son tantas cosas las que hay que modificar, algunos pensamos que, mas que hacer una reforma constitucional, hay que abrir un nuevo debate constituyente. Después de un tiempo de democracia ya no hay ese tutelaje de las fuerzas armadas, creo que pude haber un debate en libertad con mayor amplitud que en aquel entonces y, por tanto, llega el momento de replantear algunas cosas sin las constricciones que hubo en el inicio de la democracia española.

 ¿Una reforma o una nueva constitución?

Desde mi punto de vista, creo que es más sensato, cuando hay tantas cosas que cambiar, hacer una nueva constitución que hacer reformas parciales. Es como un traje: si usted tiene un pequeño desgarrón, puede hacer un zurcido; pero cuando los desgarrones son múltiples, al final mejor tirar la chaqueta y comprar una nueva. Además, creo que hay una pérdida de la idea de la legitimidad de la propia constitución frente a la ciudadanía.

Vale la pena hacer un debate democrática sobre cómo queremos reorganizar el país. Y eso puede ser asumiendo lo que se ha hacho y poniéndolo al día para reafirmarse en lo mismo, o tomando decisiones diferentes y alternativas.

 ¿Y qué cree que ocurre en Europa, ahora en tensión con fenómenos como el Brexit y países que, como Hungría y Polonia, parece que no han asumido los principios de la UE?

Ahí hay un problema de falta de cultura democrática, son países que han estado durante mucho tiempo bajo un régimen autoritario-totalitario y, por lo tanto, tienen problemas de cultura democrática. Como también en España hubo esos problemas que, después de un cierto tiempo aún quedan algunos tics pero ha mejorado bastante. La transición de esos países se produce en los años 90 y por ello es menor la formación de la cultura democrática y política.

La constitución puede decir lo que quieras pero, si no hay unos dirigentes políticos con sensibilidad para reconocerse sometidos a la constitución, al final el texto constitucional se puede ir reconduciendo por decisiones menores que van a producir una violación sostenida de su contenido y hará que no sea respetado por los ciudadanos porque no sirve para garantizar los derechos.

¿La Constitución Europea en sí cómo la valora?

La Constitución Europea no existe. Tenemos una construcción europea que es supranacional, en la que existen unos tratados constitutivos de la UE, pero no ha habido la construcción de un demos europeo porque nunca ha habido un debate europeo conjunto sobre cómo queremos organizarnos. Lo que ha habido es una negociación entre gobiernos que se han puesto de acuerdo en algunas cuestiones, normalmente a espaldas de los ciudadanos, evitando que éstos participaran demasiado en el debate.

Esto está provocando una cierta desafección de los ciudadanos respecto a la construcción europea. Lamentablemente, pues yo creo que es interesante el proyecto europeo, pero tendría que ser federal, democrático, y no que fuera intergubernamental.

No estamos a la altura de las circunstancias en ese plano, pero hay una confluencia de factores. Primero, unos gobiernos nacionales que no quieren desaparecer en su protagonismo político y, por tanto, no quieren que haya un poder central federal como existe en Estados Unidos. ¿Quién se acuerda de quién es el gobernador de Arkansas? Nadie. Y si apareciera una estructura o un gobierno federal en Europa, nadie se acordaría de quién es el presidente de la República Francesa, porque el referente internacional pasaría a ser el gobierno federal. Eso provoca que todos los gobiernos nacionales, en el fondo, no tengan ningún interés en que surja algo que compita con ellos.

Junto a eso, hay una presión muy fuerte de los grandes grupos económicos a quienes interesa mucho más que, en lugar de que existan normas claras y uniformes en todo el territorio de la Unión, las haya diferentes en cada país, para poder extorsionar permanentemente a los gobiernos amenazándoles con retirar inversiones.

El discurso hoy de los grandes poderes económicos es ir al gobierno de turno y decirle: “Si usted no me da mejores prestaciones en política fiscal o laboral, me llevo las inversiones a otro país que sí me las dé”. Y eso es un permanente proceso en el cual todos los países van rebajando sus niveles de fiscalidad y garantías laborales a los trabajadores.

Eso no ocurriría si hubiera una legislación única europea donde diera igual en qué parte del territorio comunitario se invirtiera, porque se aplicarían las mismas reglas fiscales y laborales. Irlanda o Luxemburgo son países que son utilizados de una manera incluso desleal con el propio proceso de integración porque hacen trampas. Permitidas por el sistema jurídico, pero trampas al fin y al cabo.

 Por último, quería preguntarle por el estado de la Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), que presidió y ahora parece que ha cesado su actividad.

 La Fundación CEPS en su momento ayudó y promovió desde su perspectiva los procesos de cambio que se dieron en América Latina. Cuando éstos, de alguna manera, ya no son tan atrayentes o se han ido desbocando progresivamente, la fundación comenzó a no colaborar más con ellos porque tenía discrepancias sobre el rumbo que estaban tomando las cosas.

Al mismo tiempo, la Fundación auspició la aparición de una fuerza política en España [en referencia a Podemos], que está ahora en su proceso de consolidación. Muchos de los miembros de la fundación pasaron a ejercer funciones dentro de ese partido. Por tanto, entre que el objeto por el cual había trabajado la fundación no tenía sentido y porque una gran parte de sus miembros se dedicaron no a la asesoría, sino directamente a ejercer la política en primer plano, todo ello ha propiciado que lleguemos a esta fase de extinción administrativa de la fundación. Ahora haría falta otro tipo de estructura para proseguir el trabajo que se inició.

Gabinete de Comunicación


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