A veces, las pasiones y las vocaciones no llegan como revelaciones súbitas, sino que se incuban en los márgenes de la vida cotidiana. En el caso de David López Aguilar, profesor titular del Departamento de Didáctica e Investigación Educativa de la Universidad de La Laguna, el aprendizaje y la enseñanza no fueron descubrimientos tardíos, sino afinidades tempranas que encontraron su cauce con el tiempo. “Siempre me ha gustado aprender, pero también compartir lo que sé; esto siempre ha sido así desde que soy pequeño. Recuerdo que en el colegio ya compartía con mis compañeros lo poco que sabía”.
Su entrada al mundo de la educación fue progresiva, casi orgánica. La música, que estudió desde que era niño, le condujo a interesarse por la especialidad de Maestro en Educación Musical al llegar a la universidad. Pero fue en el terreno de la psicopedagogía donde encontró su vocación: la orientación y el acompañamiento. A partir de entonces, empezó a mirar con otros ojos esa parte invisible del proceso de enseñanza y aprendizaje: las transiciones vitales, los miedos, las dudas, las herramientas para estudiar y los entornos familiares difíciles.
Por ello ha orientado su carrera investigadora a comprender y mejorar la adaptación del alumnado al contexto universitario. Ha estudiado las transiciones educativas, el desarrollo de competencias de adaptabilidad, y los factores que inciden en el abandono o prolongación de los estudios superiores. También ha trabajado con estudiantes con trayectorias duales, especialmente deportistas de alto nivel, para contribuir a su desarrollo formativo y profesional. Igualmente, forma parte de equipos de investigación vinculados a proyectos regionales y estatales que buscan una universidad más inclusiva, crítica y transformadora.
Su trabajo con deportistas de alto nivel fue uno de los escenarios más significativos para aplicar ese enfoque. En un momento en el que la Universidad de La Laguna impulsaba un programa pionero de tutorías, López Aguilar se volcó en investigar cómo acompañar académica y emocionalmente a estudiantes que, por representar al país en campeonatos regionales, nacionales e internacionales, vivían exigencias deportivas y académicas elevadas. “Me llamaba mucho la atención su filosofía de vida y también me preocupaba qué pasaría con ellos después de finalizar su práctica deportiva”, explica.
Realizó un estudio de alcance importante, contactando con federaciones deportivas de toda España y encuestando y entrevistando a perfiles diversos. Los resultados confirmaron sus sospechas: muchos deportistas no planifican su retirada y, al perder el foco competitivo, se ven sumidos en el vacío. “Había quienes llegaban a decir: ‘¿Y ahora qué hago con mi vida?’”, cuenta. Otro grupo de deportistas, en cambio, había aprendido a armonizar sus carreras deportivas con la formación académica y una planificación vital más estable y a largo plazo.
El programa que impulsó junto a Pedro Álvarez, profesor titular de su mismo departamento, denominado Tutoría Universitaria para Deportistas de Alto Nivel (TUDAN), logró un hito: que se reconociera oficialmente el derecho del alumnado Deportista de Alto Nivel a tener orientación y tutorización personalizada en el ámbito del contexto universitario.
Transiciones en la vida universitaria
Otro aspecto que preocupa a López Aguilar tiene que ver con los procesos de transición al contexto de la enseñanza universitaria. “Hay que seguir trabajando y puliendo cómo diseñar un proceso adecuado que prepare al alumnado para llegar a las aulas universitarias”. Las transiciones académicas son, de hecho, una línea de investigación que lleva adelante junto al Grupo Universitario de Formación y Orientación Integrada (GUFOI) en el que participa como investigador.
Para él, otra de las debilidades del sistema es delegar toda la responsabilidad del cambio en el alumnado, a quien se le presupone que llegará a la universidad con habilidades para adaptarse, competencias asentadas y sin necesidad de acompañamiento. “Me he dado cuenta de que los estudiantes cambian. No son los mismos de hace diez años”, sostiene. A modo de ejemplo, menciona que, al principio de su carrera como docente, el alumnado eran casi su par generacional y hoy, en cambio, conectar con él implica un esfuerzo extra. Por ello, resalta la necesidad de que el profesorado esté formado en estrategias metodológicas que permitan llegar al alumnado.
“En cualquier caso, en los últimos tiempos ha habido un cambio sustancial y positivo con la incorporación de las metodologías activas al aula”. Su propuesta no es superficial ni oportunista: no se trata de adaptarse a una supuesta “generación TikTok”, sino de comprender las lógicas cognitivas, académicas y sociales que rigen hoy la vida de los jóvenes que llegan a la universidad.
“En la Universidad de La Laguna hemos intentado actuar desde hace muchos años. Desde hace más de dos décadas iniciamos los Programas de Acción Tutorial y de Orientación, sobre todo para estudiantes de primer curso, porque se sabe desde los años 70 y 80 que el primer año es crucial para la adaptación y la socialización académica. Es por ello que al alumnado de primero de grado se le asigna un tutor y también un estudiante de últimos cursos como compañero-tutor, alguien cercano y referente de su misma carrera. Aun así, el problema persiste, porque al final estos programas no son obligatorios y quienes asisten muchas veces no son los que más lo necesitan, sino los que ya están bien adaptados y preparados», señala el docente.
Uno de los proyectos más enriquecedores fue ‘Universitarios por un día’, recuerda. Desde los institutos venía alumnado que cursaba Bachillerato y quería realizar estudios universitarios en la facultad. Una vez en la universidad, vivía la experiencia de ser estudiantes de educación superior: iba a una clase, asistía a una tutoría, conocía diferentes servicios universitarios, etc. “En definitiva, buscábamos una experiencia vivencial que motivara y ayudara a la socialización y a la toma de decisiones académicas y, en el futuro, facilitara el proceso de transición a la universidad”, subraya.
Abandono universitario
En torno al abandono de los estudios existe otro fenómeno a tener en cuenta: el de los y las estudiantes que cambian de titulación dentro de la universidad o que migran a otras instituciones académicas. “A veces creemos que han abandonado, pero no: solo han seguido su camino en otro entorno y les va bien, finalizan su formación. Lo que pasa es que no tenemos trazabilidad, de ahí la importancia de trabajar en un sistema que nos ayude a realizar un seguimiento de este alumnado”, afirma el docente.
En su grupo de investigación, que ha venido trabajando de manera profunda en el fenómeno del abandono académico universitario, han estado inmersos en la identificación de diferentes variables que explican la interrupción de los estudios: compromiso académico, satisfacción académica, sentido de pertenencia, resiliencia, autoeficacia, autorregulación del aprendizaje y rendimiento académico, entre otras.
En estos momentos, el equipo liderado por el profesor Pedro Álvarez y en el que también participa Nicole González, ha diseñado un sistema de detección precoz de abandono académico. A través de procedimientos de minería de datos y con estadísticas universitarias e información recogida a través de cuestionarios, el equipo ha analizado y estudiado a quienes abandonaron realmente —no con intención, sino abandono efectivo— y con ello ha construido un modelo predictivo.
Durante el curso 2022-23 aplicaron este modelo a estudiantes universitarios matriculados en tiempo real. Con los datos identificaron quiénes encajaban en perfiles de riesgo y los agruparon en cuatro cuartiles, siendo el primero de ellos el de mayor riesgo de abandono. A partir de ahí, diseñaron acciones de orientación y tutorización personalizada. “Queremos crear un programa de intervención más amplio y evaluar su incidencia. Nos gustaría que este tipo de iniciativas se institucionalicen, por el fuerte impacto que tiene para el alumnado, pero también para la sociedad canaria en particular”.
El “estudiante silencioso”
Un aspecto que destaca López Aguilar son las inercias que, en ocasiones, posee el sistema universitario. “Decimos que es importante que el alumnado venga a clase para la evaluación continua y, por ello, registramos la asistencia y el alumnado tiene que firmar como que ha venido”. A su modo de ver, “las clases deberían tener un valor añadido a partir de las metodologías docentes que se emplean, que inviten al alumnado a asistir voluntariamente porque sabe que su participación activa contribuye de manera significativa a su proceso de aprendizaje y a su futuro desarrollo profesional”.
Y, en este sentido, señala que estar presente físicamente no garantiza el éxito académico del alumnado. “Recientemente hemos estudiado lo que hemos denominado como Phantom Effect, el estudiante silencioso: un alumno que está sentado en el aula pero que no está conectado con los aprendizajes que se imparten”. Lo que plantea, en el fondo, es una revolución silenciosa: una universidad que no se aferre al aula como trinchera, sino que se arriesgue a repensarse. “Clases más dinámicas, recursos y materiales más sencillos y accesibles y, sobre todo, hacer partícipe al estudiante en el proceso”, resume.
IA y educación
En referencia a la Inteligencia Artificial, David señala que “el mayor problema es el miedo que podemos tener ante una nueva herramienta, además, en este caso, poderosa. Como docentes, nuestro temor al cambio y a lo desconocido es natural. Pero este tipo de recursos no es nuevo. Antes fueron otras aplicaciones como la Encarta, la llegada de Internet o, incluso, las enciclopedias que tenían nuestros abuelos en sus estanterías. El recurso ha cambiado, pero la lógica es similar. Lo que pasa es que ahora tenemos un asistente virtual que responde con inmediatez y naturalidad. Y eso ha generado cierto miedo; sin duda estamos ante un cambio importante, como la propia llegada de Internet y tenemos que adaptarnos”.
En este sentido, López Aguilar sostiene que hay que dedicar más espacios formativos a enseñar a aplicar los conocimientos teóricos que se abordan en las aulas. Y en eso, la Inteligencia Artificial puede ser una gran aliada. Pero para lograrlo también hay un gran reto por delante: despertar el espíritu crítico entre el alumnado y enseñarle a validar la información, a hacer curación de contenido, a distinguir lo fiable de lo dudoso. Y eso se entrena.
Formación continua centrada en valores
“No se nos debe escapar una formación que esté basada en valores más humanos”, señala el docente e investigador. “Lo que quiero decir es que sí, los conocimientos y competencias que impartimos, indudablemente, son importantes y esenciales para el desempeño profesional. Pero también es necesario formar a personas con valores y ética. Siempre he pensado que lo más importante en la vida es ser buena persona y lo repito mucho: ser persona es una competencia fundamental”.
A partir de ahí, explica que la formación, ya sea profesional, técnica o universitaria, abre camino, pero no lo es todo. “El éxito no siempre está ligado a tener muchos títulos, sino a tener buenas ideas, actitud, compromiso, lealtad y dejar una buena estela y huella en los demás. Si eres alguien con quien da gusto trabajar, la gente querrá que te quedes, las empresas y las instituciones querrán ayudarte”, declara el docente.
A lo largo de esta conversación, López Aguilar reflexionó sobre la orientación educativa, la investigación aplicada en el ámbito universitario y la importancia del acompañamiento a lo largo del itinerario formativo del estudiantado. Su testimonio no solo evidencia una sólida trayectoria profesional, sino también un firme compromiso con el trabajo en equipo que desarrolla, principalmente, junto a Pedro Álvarez y Nicole González. Actualmente integra redes y grupos de referencia como RIPO (Red Interuniversitaria de Profesorado de Orientación) y AIDIPE (Asociación Interuniversitaria de Investigación Pedagógica), además del ya citado GUFOI y de grupo de innovación GICA, centrado en las competencias de aprendizaje del estudiantado.
Su labor conjunta constituye un ejemplo de colaboración académica orientada a la mejora continua de los procesos educativos. “Enseñar no es solo transmitir conocimientos; es estar al lado del otro en los momentos clave. Eso también transforma vidas”.
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