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El cine de las mujeres florero

martes 30 de octubre de 2018 - 11:03 GMT+0000

Pilar Aguilar Carrasco

La escasez de mujeres protagonistas en las películas no quedó anclada en la época dorada de Hollywood. Sacar de la sombra a muchas de ellas sigue siendo todo un reto en el cine de hoy en día porque “los seres dignos de encarnar el relato socialmente compartido son los hombres y nosotras somos una mera aventura que les pasa a ellos”. “Suena brutal pero es así de brutal” para la escritora, investigadora y crítica de cine Pilar Aguilar Carrasco, encargada de impartir en la Universidad de La Laguna el curso «¿Mujer de cine o de película? Aprender a mirar lo que vemos», organizado por el Vicerrectorado de Docencia, en el marco del Plan de Formación del PDI 2018/2019.

¿Su objetivo? Desmontar falacias y formar al profesorado de la ULL en el análisis crítico y feminista de las ficciones audiovisuales, especialmente de las del cine, pero también de algunas de la televisión. Un examen concienzudo de las escenas más representativas de películas tan conocidas como Pretty woman, Tres metros sobre el cielo o Hable con ella, entre otras muchas, portadoras de mensajes en los que ellos (los hombres), son los “atractivos y poderosos”, los que viven las historias, mientras que ellas (las mujeres) “se limitan a estar monas”.

Lo cierto es que la mayoría de los papeles protagonistas siguen siendo masculinos. Los de las mujeres, por el contrario, de “florero”, al lado de los hombres, “siempre guapas” y con 20 años menos que ellos, “por supuesto, porque no somos portadoras de ninguna historia interesante”. Y esto es algo que ocurre en el 80% de las películas, según Carrasco, frente a ese otro 20% restante en el que sí hay un relato compartido y el protagonismo está más o menos equilibrado entre actores y actrices.

Mecanismos aprendidos

Pocas son las historias de ficción, apenas un 10% o 12% (si acaso), en las que el protagonismo es feudo absoluto de las mujeres. Una evidencia que no responde a un deseo expreso de los hombres de no querer contar historias de mujeres. La realidad es más simple que todo eso y, en cierta forma, más “sibilina”: “A ellos, lógicamente les hacen más gracia las historias de hombres, de una panda de amiguetes jugando al fútbol, por ejemplo, que las de las mujeres”. Sencillamente, reproducen sus  “mecanismos aprendidos”.

Diseccionar esta realidad pasa por examinar lo que verdaderamente se cuenta en las películas, analizando las imágenes y ficciones para saber cómo se construyen y lograr así entender lo que quieren transmitir. Por eso, en los relatos de ficción es imprescindible apoyarse en lo que se oye (el sonido) y lo que se ve (la imagen) porque ahí está el elemento clave de la historia, como pasa en Pretty woman, ‒una de las películas analizadas en el seminario‒, que casi 30 después sigue estallando los audímetros cada vez que se repone en televisión.

La perfecta representación de la cenicienta moderna, interpretada en 1990 por Richard Gere y Julia Roberts, se “vendió” en su día como una historia de amor pero “cuando la analizas, ‒comenta Pilar Aguilar‒ te das cuenta de que el mensaje es mucho más perverso, de que hay un ser que tiene una serie de vivencias, unas cualidades y todo un mundo propio cuando encuentra a otro ser cuyo mundo es mucho más limitado y menos interesante que el suyo”.

Un esquema y unos estereotipos que continúan reproduciéndose. “Aunque hemos avanzado algo y espero que vayamos a velocidad de crucero importante, los relatos que mayoritariamente se difunden hoy en día siguen diciéndonos eso” con algunas excepciones, como las aportadas en las series de televisión, donde “la representación está más equilibrada”. Hay series en las que “los personajes femeninos tienen relevancia y otras, incluso, en las que el personaje principal es una mujer”.

Feminismo o barbarie

Pilar Aguilar ha abordado también el papel de la mujer en el cine en su libro Feminismo o Barbarie, ‒»un intento de debatir ideas porque el feminismo se construye entre las voces de muchas mujeres que se interpelan”‒, en el que recopila muchos de sus artículos de prensa sobre otros asuntos latentes que preocupan y ocupan a su autora: la sexualidad, el patriarcado, las modas o la “imposición brutal de la imagen”.

Sin duda, uno de esos asuntos candentes es el movimiento ‘Me Too’, ligado absolutamente al cine y nacido en las redes sociales para hacer visibles las  situaciones de acoso y agresión sexual provocadas a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine americano Harvey Weinstein, y del que Aguilar es firme defensora. “Aquí nos alzamos todas las feministas, todas las que lo somos realmente, claro, porque algunas y algunos dicen que lo son y no es así. Otra cosa distinta es que haya excesos, que yo no digo que no, pero lo que es intolerable es que entren en tu privacidad, porque nuestro cuerpo es eso, nuestro, es lo más preciado”.

A pesar de que en pleno siglo XXI se sigue hablando de feminismo, Aguilar considera que los logros han sido más que evidentes, auténticos pasos de gigante: “Hace un siglo las mujeres no podían votar. Creo, sin duda, que nosotras estamos ahora mismo en la avanzadilla del mundo, y lo pienso realmente”. Convencida de que el feminismo es un verdadero movimiento “liberador”, hace suya una frase de la recientemente fallecida Carmen Alborch: “El feminismo tendría que ser declarado Patrimonio de la Humanidad”.

De vuelta a la industria del cine, la realidad sigue siendo la misma: hay pocas mujeres guionistas, pocas directoras… Apenas hay productoras porque la producción “requiere de mucho dinero y ese dinero lo tienen los hombres o instituciones y entidades que representan, como bancos y empresas potentes. De hecho, hasta hace poco, las ayudas que daba el Ministerio de Cultura las decidían los hombres”. Lo que sí hay son productoras ejecutivas: “Ahí, en el manejo de las cuentas, sí están las mujeres”.

En la pantalla, en la grande, Aguilar se pregunta cuántas mujeres han triunfado como actrices con verdaderos papeles de protagonistas sin ser “realmente guapas”. Hay que hacer recuento. Ana Magnani, Bette Davis o la gran dama de la escena británica, Maggie Smith, son algunas. Ellos, sin embargo, encarnan papeles protagonistas “sin ser nada guapos, como el italiano Roberto Benigni y Fernando Fernán Gómez o Gabino Diego en España”. Encontrar equivalentes femeninos de ellos “es muy difícil, por eso la situación tiene que cambiar”, algo que esta ensayista e investigadora dejó muy patente en el seminario de la ULL.

Gabinete de Comunicación


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