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La castellanización de los guanches

jueves 05 de noviembre de 2020 - 13:34 GMT+0000

Tras muchos años y décadas oyendo que nuestros antiguos pobladores (los guanches) se elevaban a casi dos metros del suelo como los temibles guerreros vikingos de largas cabelleras rubias, siempre dispuestos a conquistar lo que se les ponía por delante, las evidencias científicas apuntaron a otra cosa: que los guanches eran originarios del norte de África, como los bereberes, y que ni tenían los ojos azules, ni parecían tan temibles y fornidos como los nórdicos.

Esa, entre otras muchas pruebas, nos ha permitido conocer mejor a los antiguos habitantes del archipiélago canario y saber mucho más sobre sus costumbres, su forma de vida, alimentación, y hasta sus hermosas leyendas de antes de la conquista, pero no demasiado acerca de cómo fue su adaptación a la nueva lengua que tuvieron que aprender a pasos agigantados, el castellano, que llegó de la mano de los caballeros de Castilla en el siglo XV.

Y precisamente a arrojar luz sobre el proceso de castellanización de los pueblos indígenas  de Canarias ha venido la profesora de español de la Universidad de Veliko Tarnovo ‘Stos Cirilo y Metodio’ (Bulgaria), Yulia Miteva, que está realizando una estancia de investigación en la Universidad de La Laguna, invitada por el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas que dirige el catedrático Eduardo Aznar Vallejo.  

Para poder realizar este estudio hay que ponerse en contexto y reconstruir la sociedad canaria justo antes de la conquista y una vez iniciado el proceso de colonización. Desde este punto de partida, Miteva se traslada al panorama social del siglo XV y XVI, donde tratará de situar a sus protagonistas, los aborígenes de Tenerife (ya que el proyecto se centra en los guanches tinerfeños), y averiguar cómo fueron adaptándose a las nuevas circunstancias, tanto políticas, como sociales y económicas, cómo asumieron su nueva religión y costumbres, y si eso fue llevadero o traumático para ellos. 

Muchos interrogantes por contestar que esta filóloga búlgara, que mantiene un nexo muy especial con la Universidad de La Laguna ‒donde se licenció en Filología Hispánica en 2009 y también realizó su tesis doctoral‒, tratará de resolver en los próximos años. “Estoy en la primera fase de mi investigación, buscando documentación y bibliografía sobre el proceso de castellanización de los guanches desde una perspectiva social, un aspecto del que se ha indagado poco hasta ahora”.

Sumergirse en este campo de estudio, no muy explorado, es sumamente interesante para esta apasionada de la arqueología, e incapaz de disociar la filología de la historia porque considera que ambas áreas se complementan perfectamente. Separarlas sería casi como desvitalizarlas y mutilarlas. Algo que explica de una manera sosegada, en su perfecto español, pausado y de acento marcadamente canario.

Castellanos y guanches

Una innegable evidencia que Miteva se ha propuesto demostrar en su proyecto de investigación «Historia social de la lengua de las comunidades indígenas de Canarias. El proceso de castellanización de los guanches» es que “no se puede descartar la posibilidad de que haya pequeñas comunidades donde la lengua aborigen se mantuviera en el ámbito doméstico. Me gustaría encontrar los datos suficientes para sostener esta hipótesis”.

A esta conclusión llega porque a medida que se inicia la repartición de las tierras, que los castellanos comienzan a ocupar mayoritariamente en el norte de Tenerife, los guanches van desplegándose hacia el sur, donde la  colonización y evangelización son más tardías. “En La Laguna o en las localidades del norte ese proceso fue más rápido, pero en el sur de la isla, la lengua aborigen pudo mantenerse hasta bien avanzado el siglo XVI, una circunstancia que puede considerarse como un auténtico estado de bilingüismo”. 

Los guanches conocían perfectamente el castellano y lo usaban como medio de comunicación habitual. Sin embargo, algunos municipios del sur de Tenerife como Candelaria, el Menceyato de Abona o Adeje, en opinión de la investigadora, representan indiscutiblemente esos “trocitos del mapa de la isla” donde la lengua y la cultura aborigen pudieron mantenerse y perpetuarse a lo largo del tiempo.

La antigua élite guanche, los menceyes o príncipes que gobernaban en las distintas zonas de Tenerife, logró mantener su destacada posición social y política y se benefició enormemente de las reparticiones de tierra tras la conquista. Una prueba de peso que demuestra, según la investigadora, que el cambio cultural y lingüístico en la castellanización comenzó precisamente por ellos, que “no tuvieron ningún reparo en emparentar a través de los matrimonios mixtos con castellanos y portugueses para integrarse en el nuevo modelo socioeconómico”.

A pesar de que Miteva considera que los menceyes fueron los primeros guanches en aprender la lengua de los conquistadores y asumir su cultura, religión y costumbres, no olvida a los otros guanches, “los que nunca hicieron testamento, ni salen en los libros del Cabildo”, una fuente importantísima en investigaciones de este tipo. “Esos son más escurridizos y es difícil estudiarlos, pero con la ayuda de la arqueología se puede llegar a vislumbrar la adaptación que experimentaron esos guanches más humildes”.

Trabajo de campo

Recabar pruebas y evidencias sociolingüísticas que corroboren estas hipótesis no es tarea fácil. Sus cálculos apuntan a cinco o seis años de laboriosa e intensa investigación, aunque lo cierto es que prefiere no ponerse una fecha. “No tengo plazo. Leo lentamente y me gusta disfrutar de la lectura. Me apasiona tanto lo que estoy haciendo que puedo tener una relación amorosa de larga duración con un tema. Soy lo que puede considerarse una monógama con los temas de investigación”, dice Miteva con una amplia sonrisa.

Es lo suficientemente paciente para no cansarse o aburrirse de los temas. Ya venía preparada y sabía con exactitud lo que buscaba: un extenso registro de bibliografía bajo el brazo y cosas apuntadas, muy concretas, que necesita para continuar la investigación en su país, Bulgaria, una vez acabe su estancia en Tenerife, gracias a una ayuda del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia de la ULL. “Es el laboratorio perfecto” por la cantidad de documentación y archivos que existen, incluso antes de la conquista. 

Hasta entonces, su rutina de investigación se desarrolla en las dependencias de la Biblioteca General y de Humanidades de la Universidad de La Laguna. Su territorio en Tenerife, o al menos en el que pasa la mayor parte de su tiempo ‒de ocho de la mañana a ocho y media de la tarde‒ es la segunda planta, la que ocupa el Fondo de Canarias, donde cada día consulta y fotografía los libros sobre la historia y sociedad guanche que fundamentan la gran parte de su proyecto.

Tiene que aprovechar el tiempo al máximo, por eso exprime las horas de ese “gran privilegio” que le han concedido, al permitirle, en tiempos de COVID-19, consultar sus fuentes sin límite horario. “Aquí estoy como en mi casa. Soy hija adoptiva de una familia canaria que me pagó los estudios de Filología Hispánica porque mis padres no podían hacerlo debido al bajo nivel de vida de mi país, Bulgaria. Y ahora he vuelto a mi casa. Sin ellos no habría podido hacer esta estancia, y tampoco sin el gran apoyo del Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas, donde tengo un despacho a mi disposición. Poder estar aquí y trabajar tan a gusto como lo hago es toda una suerte”.

Y su trabajo lo realiza casi con una disciplina castrense. No en vano es hija de un teniente coronel y aguanta su larga jornada con algo de fruta y un bocata. También ayuda la simpatía, calidad humana y profesional de María Luisa, Magüi, y Paz; la disposición de Betty, Juan, Verónica, Rosa y Pepe, que “siempre” encuentran los libros que busca, y el apoyo especial de Daniel García Pulido, Dani, su “guía y la brújula”, y quien la ayuda a navegar por el Fondo de Canarias sin perderse. 

Palabras de agradecimiento al personal de la Biblioteca de la Universidad de La Laguna que son casi más importantes para ella que el propio contenido de su investigación, aún en pañales, pero en la que tiene claro algo que hay que desmitificar: la desaparición de los guanches como comunidad. “Lo que más me llama la atención es que se valora poco la pervivencia cultural de los guanches. Hay un mito que con el tiempo me gustaría desmontar, y es el hecho de que los guanches no supieron superar el impacto demográfico de la conquista debido a las muertes, y que prácticamente desaparecieron como comunidad, como si se hubieran esfumado”.   

Pero los guanches no desaparecieron ni se esfumaron, como sucedió a la civilización maya o a los indios taínos del Caribe. Hubo zonas de refugio, sobre todo en la isla de Tenerife, que encapsularon su lengua y su esencia, esa esencia que intenta desentrañar a partir de colecciones completas de documentación procedente de los cabildos, archivos parroquiales y municipales, sin olvidar las obras de expertos en la materia y a sus fuentes directas que le aportan, tanto la información, como las palabras de ánimo para seguir adelante.

“Tuve la gran suerte de entrevistarme con el paleógrafo Lorenzo Santana, un joven investigador que ha editado dos volúmenes de testamentos guanches. También he concertado encuentros con el catedrático de arqueología Antonio Tejera Gaspar, quien me animó a seguir y vencer mis dudas iniciales, con profesores de la Facultad de Geografía e Historia y con bastantes investigadores con los que estoy en contacto y con los que tengo la posibilidad de hablar de los temas que me apasionan. Eso es, sin duda, lo más bonito de esta estancia”.

Musulmanes y mudéjares

Yulia Miteva ha vuelto a casa, a la casa en la que se licenció y convirtió en doctora en Estudios Filológicos gracias a su tesis «Historia social de la lengua de los mudéjares. La asimilación lingüística de la minoría islámica en la Península Ibérica en la etapa medieval», una investigación interdisciplinar en la que colaboraron los departamentos de Filología Española y de Historia Medieval de la Facultad de Humanidades de la ULL.

Esa ha sido la base para poder afrontar su nuevo proyecto, ya que toda la metodología empleada en su tesis doctoral la extrapola ahora a los estudios de la comunidad guanche. Entonces hizo un estudio bastante amplio del proceso de adaptación y el cambio cultural que experimentaron los musulmanes a raíz de la reconquista. “Es exactamente lo mismo que me gustaría hacer con las comunidades aborígenes de Canarias. Los musulmanes y mudéjares aprendieron el castellano para poder seguir funcionando y adaptarse a la nueva sociedad que les había tocado vivir, algo similar a lo que sucedió en el archipiélago”.

Esta es una ardua investigación que afronta prácticamente en solitario y asume por su cuenta. Y para arrancar necesitaba estos meses de estancia en La Laguna y una beca Erasmus para profesorado, que es una realidad gracias al decano de la Facultad de Humanidades, Javier Medina, sin olvidar la invitación de su “maestro-amigo” y director de su tesis, Eduardo Aznar, al que está enormemente agradecida, igual que al vicerrector de Investigación y Transferencia, Ernesto Pereda, y a la subdirectora de servicios de la biblioteca Universitaria, Carmen Julia Hernández, por permitirle aprovechar el tiempo al máximo.

Cualquier contratiempo que pudiera surgir en este proyecto, al que dedica sus días, lo compensan el tiempo y la libertad de poder dedicarse a lo que verdaderamente le apasiona. Eso sí, los fines de semana hay una desconexión  voluntariamente provocada que la lleva a poner los pies en la arena volcánica de la salvajemente bella playa de Benijo, o en el caserío de Taganana, dos lugares “increíbles” en los que le gustaría terminar sus días. 

Porque esta búlgara de nacimiento se siente desde hace tiempo, más de 20 años ya, tinerfeña de adopción y corazón gracias a Irene y Florencio, sus padres canarios, o a sus amigos Mila y Diego, a los que también quiere expresar su gratitud en esta entrevista. Todo es poco para transmitir el amor por esta tierra, a la que regresa siempre que puede.

Gabinete de Comunicación


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