“¿Qué diablos es España?”. Con tan contundente pregunta la estudiante de 4º de Periodismo de la Universidad de La Laguna Daniela Rodríguez inició su diálogo público con Iñaki Gabilondo, celebrado hoy, miércoles 5 de noviembre, en la institución académica. El periodista abordó la respuesta aludiendo a la complejidad de un país difícil de reconciliar, asolado por continuas guerras civiles, pues a la del siglo XX se suman las tres Carlistas de la centuria anterior. Es, pues, una realidad difícil de estructurar que, sin embargo, ha medrado gracias al esfuerzo común por llegar a acuerdos. “España es la voluntad de convivir de diferentes miradas. Cuando esa voluntad es alta, España crece, y cuando no, España decae”.
Este diálogo, que fue igualmente conducido por el también estudiante de Periodismo Alexis Vella, formó parte del programa “Para la libertad. España después de 1975” con el que la Universidad de La Laguna conmemora 50 años del inicio de la Transición democrática. La sesión fue inaugurada por el rector, Francisco García, la presidenta de la Fundación CajaCanarias, Margarita Ramos; y por el profesor del Departamento de Filología Española Alberto García, coordinador de seminario académico en el que se ha enmarcado este diálogo.
Ahondando en la cuestión de España ante una abarrotada Aula Magna del Campus de Guajara, Iñaki Gabilondo criticó a quienes ofrecen una visión del país como algo muy concreto y cerrado, llena de oropeles y recuerdos de un pasado imperial, y que no consideran “español” a quien no comparta esa imagen. No es algo nuevo, y ya se ha hecho anteriormente con otros conceptos como el de familia, del cual estos sectores han excluido a quienes no encajan en su modelo concreto. “Pero por mucho que se empeñen, no van a poder evitar la complejidad. No hay que regalarles esa voluntad”.
El periodista se extendió sobre las dificultades que entrañaba desempeñar su oficio en un país controlado por una férrea censura y en el cual solamente eran permitidos dos boletines informativos diarios de Radio Nacional de España, a los cuales debían conectarse las demás emisoras. Por ello, fue crítico con los jóvenes actuales que, por puro desconocimiento y seducidos por la ultraderecha, alaban la Dictadura sin comprender realmente lo que implica. “Cuando les hablo, hago el ejercicio de invitarles a que estén un mes viviendo sin libertad, para que entiendan qué supone no poder leer, ver o escuchar lo que quieras, no poder desarrollar tu identidad sexual o religiosa… No lo aguatarían”.
En su opinión, estas jóvenes generaciones han abrazado este discurso porque les parece que “dice las cosas claras” y expone los problemas del actual sistema. Pero Gabilondo recuerda que la labor de los políticos no es denunciar, sino proponer soluciones y, por ahora, él no ha escuchado nunca propuestas de solución a esos partidos de extrema derecha.
Ese es, de hecho, el trasfondo de la cuestión: los partidos políticos de cualquier sigla carecen de soluciones a los problemas que agobian a la población. “La democracia es una herramienta fundamental, pero tiene roña, hay que desengrasarla. Los partidos tienen que reflexionar y buscar otras recetas para adaptarse a este mundo que cambia porque, ahora mismo, las fuerzas políticas no están teniendo capacidad de resolver nada porque manejan viejas recetas”.
Tampoco ayuda el actual clima de confrontación partidista en el que lo único que parece importar es imponerse al rival. “Algunas cosas no pueden hacerse si no se llega a acuerdos. Es imposible”, afirma categórico. Problemas como el de la vivienda solamente podrán solucionarse si se sientan a la misma mesa las administraciones públicas, los sindicatos, la patronal y todos los sectores implicados. “Este tipo de problemas solo se puede abordar de manera colectiva”. Y como no hay fe en la posibilidad de llegar a acuerdos, muchos de esos grandes asuntos “se guardan en el desván”. Así, la reforma de la educación, de la administración pública y de la propia Constitución han sido relegadas del debate público ante la imposibilidad del consenso.
Eso contrasta con lo que se logró en la Transición, un momento en el que se tuvo esa visión de la necesidad del acuerdo y todas las partes realizaron “un esfuerzo generoso de cesión, pacto y diálogo” para lograr el objetivo general. “Para muchas personas de aquella época, ver en la misma foto a Solé Tura y a Fraga era algo tan impensable como sería ver a Aznar con Otegi”, explica. Por eso, le molesta que se critique a la ligera ese proceso de cambio que no fue nada fácil. “Cada movimiento para cambiar las cosas era acusado de traición a España. Era muy difícil hacer nada. Hay quien dice que la Transición fue un trampantojo, pero eso es mentira: fue una pelea con dificultad que, poco a poco, fue abriendo los caminos del tiempo nuevo que venía”.
Como es obvio, el golpe de estado del 23 de febrero de 1981 también ocupó algo de tiempo en este diálogo. De hecho, se proyectó el boletín informativo que el propio Gabilondo locutó como director de TVE y que supuso la primera ocasión en la que apareció ante una cámara. No quiso entrar en “especulaciones” sobre el suceso porque “lo fundamental ya se sabe”, si bien señaló que en esos meses hubo muchos “movimientos conspiratorios”. Aun así, no cree que el objetivo fuera reinstaurar la Dictadura porque España ya estaba inmersa en la inercia europea, “pero sí podría haber habido muchas noches de cuchillos largos”.
Ante la pregunta de si le preocupaba el auge de la ultraderecha, su respuesta fue muy expresiva: “¿A ti no?”. Lo preocupante para él es que se trata de un fenómeno universal que está llegando a Europa y América de manera simultánea. “Trump no sé si es fascista, pero su modo de actuar es el del fascismo” y ha convertido en conceptos perseguidos aquellos que antes eran el motor de la vida, como los derechos y la cohesión social

