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Profármacos inteligentes contra el cáncer

viernes 19 de marzo de 2021 - 13:55 GMT+0000

Alrededor de 1,5 millones de personas en nuestro país vive con un tumor. Y es que, según los datos que se desprenden del estudio «Las cifras del cáncer en España», realizado en 2020 por la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), uno de cada tres hombres y una de cada tres mujeres desarrollarán cáncer en España, donde los más diagnosticados siguen siendo los de colon y recto, seguidos de los de próstata, mama, pulmón y vejiga urinaria.

Las previsiones de la SEOM para 2021 (se estima que se alcanzarán los 276.239 casos) van bastante a la par con las que maneja la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) que sitúa en 275.000 los tumores que se diagnostican cada año. Sin embargo, y a pesar de que estas cifras producen auténtico vértigo, la supervivencia al cáncer ha aumentado un 20% durante las dos últimas décadas. Y todo ello gracias a los pasos de gigante que la investigación científica sobre el cáncer ha dado en los últimos años. A día de hoy puede afirmarse que la supervivencia en algunos tumores alcanza el 90% y ronda el 57% en los cánceres más habituales. La AECC apuntó hace dos años que el objetivo para 2030 es alcanzar una supervivencia que llegue al 70%, algo que solo es posible si se continúa investigando.

En esta línea, la del compromiso con la investigación contra el cáncer, camina con paso firme desde hace tiempo la Universidad de La Laguna. El centro académico ha abanderado y colaborado, a lo largo de estos años, en distintas campañas y estudios. Entre ellos, el relativo a la eficacia de los test no invasivos en la detección del cáncer de colon ‒uno de los tumores malignos más frecuentes en España‒ que contó con la colaboración del profesor Enrique Quintero, y en el desarrollado por el investigador Romen Carrillo, centrado en la consecución de un fármaco antitumoral más eficiente que los que se emplean hoy en día.

Esto, lo que quiere decir, de una manera más clara y sencilla, es que el medicamento (fármaco) que se use para tratar el cáncer llegue solo al tumor y actúe exclusivamente en el órgano enfermo. Es decir, que no dañe las células sanas y produzca los temibles efectos secundarios que merman, irremediablemente, la calidad de vida de los pacientes, según explica Jimena Scoccia, investigadora principal del proyecto «Desarrollo de Profármacos Antitumorales Inteligentes Autoinmolativos».

Ataque a la célula tumoral

El estudio, enmarcado en el programa de transferencia de conocimiento Agustín de Betancourt, que impulsan conjuntamente Universidad de La Laguna y el Cabildo de Tenerife bajo el paraguas del Programa MEDI-FDCAN 2016-2025, tiene un objetivo muy ambicioso y complejo, a la par que tremendamente esperanzador: desarrollar fármacos que ataquen solo las células tumorales, valiéndose de las características específicas que las diferencian de las normales.

Para ello, precisa Jimena Escoccia, “la idea es colocar un grupo protector químico al fármaco que solamente se elimine frente a esos estímulos, algo complicado de conseguir porque las características que diferencian unas células de otras son muy específicas. Por eso estamos trabajando intensamente con esas herramientas, para tratar de diferenciarlas”.

Pero, ¿cómo matar únicamente la célula cancerígena? Una de las características concretas que definen a las células tumorales ‒sean del tipo que sean‒ es que poseen un estrés oxidativo mucho más elevado de lo normal, es decir, que tienen una mayor cantidad de especies reactivas de oxígeno (las denominadas ROS o EOR, en español). También lo son la falta de oxígeno o hipoxia y la sobreexpresión de enzimas, entre otras muchas. De lo que se trata, en este caso, es de atacar esas características hasta causar la muerte de la célula tumoral.

El hipotético mecanismo de acción sería el siguiente: el profármaco entra de forma pasiva en la célula y, una vez actúan los estímulos específicos de los tumores, consigue liberarse, debilitando la célula frente al estrés oxidativo y generando especies reactivas de oxígeno, “por lo que ambas vías, conjuntamente, deberían conducir a la muerte celular”, apunta Scoccia. Solo de esta forma, con la autoinmolación de parte de la molécula, es posible liberar el fármaco para que vaya, como un dardo de lo más preciso, directo al tumor. Una acción inmediata que desequilibraría a la célula cancerígena y evitaría el daño colateral que sufren las células normales a causa de los fármacos empleados en el tratamiento contra el cáncer y, muy especialmente, en la quimioterapia.

Aunque es indudable que los fármacos empleados en la actualidad para tratar los distintos tipos de tumores son cada vez más eficaces, la destrucción de las células sanas desencadena un rosario de efectos secundarios entre los que siguen estando la pérdida de cabello, las náuseas y vómitos, la falta de apetito o el cansancio constante, algo que no sucedería si el fármaco logra esquivar el tejido sano y solo va a por el canceroso.

Profármacos más efectivos

Lograr que el fármaco administrado deje de circular por todo el cuerpo será una realidad cuando el profármaco inteligente antitumoral sea efectivo. Y a pesar de lo complicado que pueda sonar, “está diseñado con una combinación de moléculas muy sencillas y bastante conocidas e inocuas por separado, así como abundantes y baratas ‒explica la investigadora‒ que rápidamente empiezan a interactuar entre sí”.

La unión de estas dos estructuras, de las que de momento no se pueden desvelar los nombres, genera especies reactivas que son las que desencadenan los efectos adversos. Por este motivo, además de unirlas, es necesario resguardarlas con un protector que se libere cuando entre en la célula tumoral. “Debería liberarse solo la célula tumoral porque esos protectores se eliminarán con determinados estímulos que únicamente poseen las células cancerosas”.

A pesar de que el proyecto está aún en una etapa inicial, ya que el confinamiento derivado de la pandemia de COVID-19 aletargó la investigación en el laboratorio durante varios meses, vuelve a gozar de buen ritmo y se apoya en estudios de fondo sobre estructuras autoinmolativas realizados por Víctor Sotero Martín García, catedrático del Departamento de Química Orgánica, que lidera desde hace años el grupo de investigación Síntesis de Productos Bioactivos de la Universidad de La Laguna.

Junto a Martín, especializado en la síntesis asimétrica, la metodología sintética y la síntesis total de productos naturales bioactivos, secundan la investigación de Scoccia otros profesores del grupo que se implicarán un poco más adelante en las partes más avanzadas del proyecto. A este elenco de investigadores de dilatada experiencia se suma, además, la empresa CEAMED (Centro Atlántico del Medicamento, S.A.), especializada en identificar y desarrollar nuevos fármacos para el tratamiento de enfermedades oncológicas, que se encarga de la realización de las pruebas in vivo en el laboratorio. Lo primero que se aborda es la síntesis de las moléculas que se llevan a ensayo, para, posteriormente, pasar a los ensayos biológicos. Por eso el primer y segundo año es un ir y venir de síntesis, pruebas y más pruebas y después, “si todo va bien y los resultados son positivos, se pasaría a las pruebas in vivo.

Estructuras simples y baratas

Para la química Jimena Scoccia, especializada en síntesis de moléculas orgánicas, y vinculada a la Universidad de La Laguna desde 2013 en diferentes proyectos de investigación, las ventajas de trabajar con estructuras simples como las que se están usando son evidentes: son más baratas y fáciles de conseguir. “Evidentemente, hay muchos fármacos con anticuerpos, pero encarecerían mucho más todo el proceso. En cambio, las estructuras que estamos usando son baratas y asequibles”.

En estos momentos, la investigadora del programa Agustín de Betancourt está inmersa en la síntesis del profármaco, uniendo las dos moléculas y colocando los protectores que se liberarán en la célula tumoral. De hecho, las moléculas se enviarán en breve a la empresa CEAMED para que comiencen a realizar los ensayos con la célula. Empezará entonces a desarrollarse el embrión del proyecto.

Habrá que aguardar hasta entonces para ver si se hace realidad algo que la medicina espera con ansias desde hace tanto tiempo. Si fuese así, y la hipótesis planteada da en la diana a la primera, entraría en escena la Oficina de Transferencia de Resultados de Investigación (OTRI) de la Universidad de La Laguna, encargada de la protección de la propiedad intelectual y del trámite de patentes o modelos de utilidad. Se iniciaría entonces un largo recorrido hasta dar vida al futuro fármaco, algo que se haría mediante un modelo de negocio o una spin-off.

Si no fuese así, o sucediera solo en parte, habría que volver atrás y replantear el diseño de la estructura para averiguar qué sucede: quizá el profármaco se esté rompiendo antes de entrar en la célula tumoral o las características aplicadas no son las adecuadas y hay que optar por otras. En este caso, la empresa que avala el proyecto, CEAMED, es la que tiene un papel crucial para saber qué ha pasado realmente y ayudar en la reconducción del planteamiento inicial.

En un caso u otro, aún quedan por delante tres años intensos de investigación en los que la parte más complicada de afrontar, sin duda, es que la hipótesis con la que se trabaja, sustentada en estas dos estructuras, dé sus frutos y se produzcan las especies reactivas que causen la muerte de la célula. “Tenemos muy presente que la célula tumoral es muy inteligente y siempre encuentra una salida para poder escapar, pero lo que vamos a intentar por todos los medios es frenarla de alguna manera”, concluye Scoccia.

Gabinete de Comunicación


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