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Entre células y estrellas

miércoles 03 de mayo de 2023 - 10:36 GMT+0000

Sara García Alonso, entrevistada en la Facultad de Psicología y Logopedia antes de su intervención en la Universidad de La Laguna.

La Agencia Espacial Europea (ESA) no ofertaba plazas para astronautas desde 2008, así que, cuando abrió una nueva convocatoria en 2021, la respuesta fue masiva. Una de las aspirantes era Sara García Alonso, biotecnóloga leonesa que ya se estaba labrando un merecido prestigio en el ámbito de la investigación gracias a su trabajo en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, que coronaba una brillante carrera académica. Ella, como el resto de personas que concurrían, había soñado más de una vez en ser astronauta, y poco podía sospechar que, finalmente, sería una de las diecisiete personas elegidas, entre ellas otro español, Pablo Álvarez.

Desde su selección, la presencia mediática de García Alonso ha sido muy intensa, y se ha convertido en un referente para todas aquellas jóvenes que, alguna vez, han tenido dudas acerca de la ciencia como posible carrera profesional. La infra representación femenina en las llamadas carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas en sus siglas inglesas) es un problema que lleva varios años preocupando a la comunidad científica, de ahí que figuras como la de esta científica y astronauta sean importantes no sólo por la ciencia de excelencia que puedan desarrollar, sino porque sirven como ejemplo de que, efectivamente, la ciencia no tiene género.

Precisamente sobre estas cuestiones vino a hablar recientemente a la Universidad de La Laguna, impartiendo una charla titulada “De la curiosidad infantil a la conquista del espacio: mi viaje en el mundo STEM”, en la cual relató a una entregada audiencia conformada por alumnado tanto de enseñanza secundaria como universitaria su experiencia vital y profesional desde que era una niña soñadora hasta que logró una de las plazas convocadas por la ESA, sin olvidar su importante labor en la oncología.

-El título de su intervención alude a la “curiosidad infantil”. ¿Ya de niña tenía interés por la ciencia?

En realidad, tenía curiosidad prácticamente por todo, por entender el mundo que me rodeaba y, por eso, me interesaron múltiples disciplinas. Cuando me preguntan si siempre quise ser astronauta, pues digo que sí… entre otras muchas cosas. También quería ser bióloga, física, química, soñé con muchas cosas porque tenía curiosidad por todo.

Pero cuando tuvo que elegir una titulación universitaria, ¿qué le decantó hacia la Biotecnología?

Que yo tenía clara una cosa desde que era niña: aunque no tenía muy claro a qué me quería dedicar como profesión, o qué carrera elegir, sí que quería avanzar en el conocimiento, entender un poco mejor el mundo, aplicar ese conocimiento científico y dedicarme a algo relacionado con la ciencia que tuviera una aplicación en la sociedad, que mejorase de alguna forma el mundo en el que vivimos. Y a la hora de elegir carrera, se cruzó en mi vida la biotecnología.

En el instituto, la asignatura de Biología era mi favorita y entonces, de repente, veo que existe una carrera que se basa en aplicar la biología y el conocimiento sobre seres vivos a procesos, a crear nuevos servicios y productos que mejoren nuestra sociedad. Y me dije: “Uy, esto es lo mío”. Y me lancé. Pero realmente no sabía si tendría salida o si se me daría bien, pero me atrajo y decidí intentarlo.

¿Y cómo fue ese salto de ser biotecnóloga a presentarse a la convocatoria de la ESA, dos ámbitos que en principio no parecen muy relacionados?

Tampoco estaba entre mis planes, pero surgió la oportunidad. Eso lo primero, porque por mucho que sueñes con ser astronauta con mayor o menor ahínco, se te tiene que presentar esa oportunidad, no es un puesto de trabajo al que puedas acceder fácilmente. Y en el caso de Agencia Espacial Europea, que es la única a la que nosotros nos podemos postular como europeos, la anterior convocatoria fue en 2008, la siguiente ha sido en 2021 y no se sabe si habrá otra ni cuándo será. Es decir: si surge esa oportunidad de que una agencia espacial abra vacantes para astronautas, si tienes interés, ese es el momento. Mejor que te subas a ese tren, porque a lo mejor no vuelve a pasar.

Cuando vi la oportunidad, indagué en la oferta porque ni siquiera sabía si con mi formación académica podía optar a ese puesto, pues para mí la gente que accedía a ser astronautas eran pilotos e ingenieros y yo era bióloga molecular. Y resulta que sí: cuando me puse a leer sobre el puesto, encajaba bastante bien y, de hecho, mi experiencia como investigadora me daba ciertas habilidades que ellos [en la ESA] estaban buscando.

Me puse a investigar también en qué consiste la profesión de astronauta, porque obviamente no se está todo el rato en misión espacial; de hecho, el 90 o 95% del trabajo es en tierra. Y al final es una profesión muy similar a la de un investigador, en el sentido de que se trata de desarrollar proyectos científicos, avanzar en el conocimiento en ambientes multiculturales, estar rodeada de tecnología, pero con ese puntito de aventura. Encajaba muy bien en lo que siempre he querido.

-Fue elegida de entre casi 23.000 personas. ¿Cómo fue el proceso?

Fueron dieciocho meses, con seis fases en total. Y en referencia a esas 23.000 personas, hablamos de candidaturas válidas, porque no es una oferta a la que puedas postularte de cualquier manera: implica una carta de motivación, un currículum, un cuestionario bastante extenso y un certificado médico que solamente expiden centros de medicina aeroespacial, que cuesta un dinero y son unas cuantas horas. Es decir, si optas a presentar la solicitud significa que estás un poco comprometido con que quieres conseguirlo. Y 23.000 personas estaban en ese punto en toda Europa.

La primera fase, el primer corte, que fue el más drástico, consistió en un análisis del currículo, de qué has contestado en ese cuestionario, comprobar que el certificado médico es válido, y de ahí se hizo una selección de 1.400 personas, que son las que empezaron el proceso propiamente dicho.

La segunda fase fue en Hamburgo y consistió en una serie de test de inteligencia de todo tipo, en total unas diez o doce pruebas durante once horas de examen en las que evaluaron las llamadas hard skills: capacidad de orientación, memoria, concentración, conocimientos de matemáticas, inglés, física… Superamos la prueba 400 personas, que pasamos a la fase tres, que fue en Centro Europeo de Astronautas [en Colonia, Alemania], donde se nos hicieron muchos más test psicométricos, dinámicas de equipo, nos pusieron en situaciones diversas para ver cómo respondíamos, muchísimos test psiquiátricos y psicológicos.

Un centenar de personas fuimos invitadas a la fase número cuatro, que eran las pruebas médicas, que no físicas: no evalúan que seas un atleta de élite, ni mucho menos, simplemente que no tengas una patología que pueda suponer un problema si estás en una misión espacial. Nos hicieron entre 80 y 100 pruebas médicas en varios hospitales de Francia y, de los 100, un total de 50 fuimos a un panel de entrevistas con seis directivos de la Agencia. De ellos, 25 llegamos a la entrevista final con el director general y otros directivos de la ESA.

Fue elegida junto a otro español, Pablo Álvarez, que curiosamente también es de León.

Ha sido una coincidencia muy extraña, pero maravillosa. Nos conocimos durante el proceso en febrero del año pasado, varios meses antes porque él iba un poquito por detrás en el proceso, pues nos iban llamado en bloques y algunos habían hecho una fase mientras que otros todavía no habían realizado la anterior. Ahí nos conocemos y empezamos a fantasear: “¿Te imaginas que escojan a un español?”. Porque son treinta años que no eligen a nadie de España y todos los españoles queríamos que, al menos, eligieran hubiera uno, nos daba igual si éramos nosotros o algún compañero, pero queríamos que hubiera representación española en la Agencia. Ni siquiera soñábamos con que pudiera haber dos. Cuando él y yo fantaseábamos “¿te imaginas que fuéramos tú y yo?”, la reacción era “¡Eso sí que es completamente imposible, quítatelo de la cabeza!”. Y al final nos llamaron a los dos… ¡a veces lo imposible ocurre!

-Fue elegida astronauta suplente, ¿en qué consiste su cometido, exactamente?

Siempre me gusta corregir el sentido del término suplente, porque da la sensación de que entras cuando un principal se lesiona o no puede llevar a cabo la misión, y no tiene nada que ver con eso. Yo no supliría a nadie, yo estoy en una reserva de astronautas. Eso quiere decir que la reserva entra en activo a medida que surjan oportunidades de vuelo. Ahora mismo, como Europa no tiene capacidad de lanzamiento de misiones tripuladas y las colaboraciones con Ruscosmos, la agencia rusa, se ha roto por la guerra de Ucrania, la única opción de enviar astronautas europeos a misiones espacias es a través de NASA.

Y claro, los tickets en esas misiones están muy limitados: ahora mismo, Europa solo puede garantizar cinco vuelos a la Estación Espacial Internacional antes de que ésta desaparezca, y considerando que el primer europeo volará en 2026, a razón de uno por año hasta 2030, por eso hay cinco astronautas de carrera y el resto nos quedamos en reserva. Como hay empresas comerciales que están empezando a financiar vuelos a través de agencias espaciales -porque Europa está planteándose la posibilidad de tener lanzadores propios de misiones tripuladas- a medida que todo eso vaya entrando en el escenario, que va a ocurrir de manera inminente, los astronautas de reserva empezaremos a entrar en misiones.

-Al margen de su nombramiento como astronauta, dirige una investigación sobre cáncer de pulmón y páncreas en el laboratorio de Mariano Barbacid en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, uno de los más importantes de España…

-(Interrumpe) ¡Y del mundo! El CNIO está en el top 10 de los centros de cáncer del mundo.

A lo que iba es que me comentaba antes que su experiencia en ese ámbito le ayudó a poder obtener la plaza en la ESA. Me gustaría saber si se puede relacionar la oncología con la investigación en el espacio.

Aquí te puedo dar una respuesta dual. Por un lado, en el proceso me han seleccionado porque tengo todas las capacidades que la Agencia busca en un perfil para asegurarse de que en una misión voy a funcionar y voy a ser una buena astronauta. Mi formación como investigadora me ha habilitado para ello. Por ejemplo: buscan personas capaces de reunir una gran cantidad de información, asimilar datos y quedarse con lo más relevante para llevar a cabo una operación. Y eso yo lo hago en el laboratorio continuamente, leyendo todo tipo de papers, extrayendo la información para diseñar experimentos y procedimientos, conozco los protocolos para gestionar el riesgo, porque trabajo con todo tipo de organismos y situaciones desde radiactividad hasta productos químicos.

La ESA también busca gente capaz de trabajar en equipo, paro tomar el liderazgo en caso de que sea necesario. Y yo gestiono un equipo y soy miembro de otro, eso me ha cualificado también. También buscan habilidades manuales, capacidad de resolver problemas, solucionar cosas que no salen… ese es mi día a día en un laboratorio. En resumen, mi perfil como investigadora me ha dado ciertas habilidades que ellos buscan.

Y, por otro lado, ¿cómo podemos relacionar el cáncer con la investigación espacial? Los experimentos se hacen en la Estación Espacial Internacional por una sencilla razón: no hay gravedad. Y cuando no hay gravedad, puedes estudiar múltiples factores. Al eliminar la gravedad de la ecuación, las cosas cambian y se comportan de una mera distinta.

Por ejemplo, hay muchísima investigación en temas de física, en dinámica de fluidos, nuevos materiales. Y en el ámbito de la biomedicina, que es a lo que yo me dedico, el grueso de la investigación está, por ejemplo, en la degeneración óseo-muscular, que se da en los astronautas, eso se estudia con modelos de células, de plantas, de ratones, en la propia estación, y luego se aplica en tierra para tratamientos de osteoporosis, para mejorar técnicas de diagnóstico de densidad ósea o, incluso, de tumores relacionados con el cáncer.

Más específicamente en el cáncer, hay todo un grupo de investigación que trabaja en modelos de cáncer que se llaman organoides, a través de un proyecto a nivel europeo para llevarlo a cabo en microgravedad, porque esos modelos se desarrollan con muchísima más facilidad. También para generar nuevos fármacos y formulaciones para que, por ejemplo, un tratamiento de quimioterapia sea oral en lugar de por vía intravenosa en un hospital. Todo eso se estudia en condiciones de microgravedad.

La Estación Espacial Internacional es un laboratorio. Lo que se hace ahí es ciencia. Por eso me atrajo esta profesión. A ver: está bien lo de subirte en un cohete y ver el planeta desde el espacio exterior, pero para mí esa es la guinda del pastel, lo que me interesa es lo que hay debajo, todo lo bueno que se puede hacer, esa investigación, ese avance en el conocimiento, todo el desarrollo tecnológico necesario para impulsar esas misiones implica puestos de trabajo, implica empresas. Toda la inspiración y la labor divulgativa y educativa que haces para las nuevas generaciones es importante porque mejoras el tejido de la sociedad. Y toda esa investigación revierte en la Tierra, porque se hace para la gente. Por eso me atrajo. Y el punto de aventura, no voy a decir que no me interese porque es una parte muy bonita, pero me gusta más la parte científica.

Sara García durante su conferencia en el Campus de Guajara.

Sara García durante su conferencia en el Campus de Guajara.

-Viene a la ULL a una actividad sobre vocaciones científicas. ¿Qué cree que sería necesario para incentivar la presencia femenina en las carreas STEM?

Es un tema complicado, se está estudiado desde muchos ángulos porque parece que las chicas eligen menos carreras STEM y queremos saber qué podemos hacer. Por ejemplo, se habla mucho de la falta de referentes y es verdad que no es lo único, pero es un problema, porque para una chica adolescente o que está decidiendo cuáles van a ser sus pasos o qué carrera elegir, es difícil soñar con ser algo que no sabe que existe. Si no estás acostumbrada a ver a otras mujeres que hayan triunfado en distintos ámbitos, atreverte tú con dieciocho años a idear una profesión en la que, encima, vas a triunfar, creo que es pedir demasiado a una chica de esa edad.

Ver otros ejemplos de mujeres que se atreven, de romper los estereotipos de que hay profesiones de hombres y de mujeres, y ver que estamos todos igualmente capacitados para hacer lo que nos motive y lo que queramos, es importante. Y a lo mejor también darles un abanico de opciones de para qué sirven estas carreras STEM, porque a veces pueden ver las matemáticas, la física o la ingeniería como algo muy árido o no le ven la aplicación, porque también es difícil cuando tienes dieciocho años imaginarte cómo es el día a día de un profesional que ha estudiado esa carrera.

Al final, las carreras STEM te dan unos pilares de conocimiento, pero tu profesión la aprenderás el día que empieces a trabajar, ¡y no tengas ni idea de lo que tienes que hacer! Te lo van a tener que enseñar, pero si tienes una buena base en las carreras STEM, puedes aplicarte casi en cualquier cosa, son profesiones muy multidisciplinares: ya ves, yo soy biotecnóloga y ahora me dedico a ser candidata a astronauta, porque el conocimiento es común.

-De alguna manera se ha convertido en uno de esos referentes. ¿Es un peso, es una ilusión?

Es una responsabilidad. Lo llevo con humildad y cautela, pero también con orgullo porque me doy cuenta de que a veces les cuento mi experiencia a otras mujeres y veo ilusión en sus ojos, veo un revulsivo de energía que, cuando tenían dudas, se sienten más fuertes. Ven que ellas también podrían, que existe un camino para ellas. Y ver eso compensa todo lo demás, pero no deja de ser una responsabilidad muy grande, pero muy bonita.

-Como mujer investigadora, ¿ha notado alguna vez que los sesgos de género le han perjudicado de algún modo?

En mis dos perfiles, en el caso de investigadora, sí he notado sesgos de género, situaciones que no deberían haberse dado y se han producido exclusivamente por el hecho de que yo soy mujer: atribuir autorías a compañeros varones; presuponer que ciertos experimentos y ciertas ideas no han sido mías y que el crédito se lo llevara siempre el varón; estar en reuniones en las que yo era la única mujer y nadie me miraba a los ojos, no se tenían en cuenta mis opiniones o luego se apropiaban de esas ideas… eso sí que lo he vivido en ciencia.

En el proceso de selección para ser astronauta no me he sentido limitada ni que me haya afectado en absoluto ser mujer porque, de hecho, ha sido un proceso ciego, éramos códigos.

O sea, que no se sabía el sexo de las candidaturas. Y una cosa que se ha destacado de esta convocatoria es que casi la mitad de personas seleccionadas han sido mujeres.

Y no se presentó la mitad de mujeres, se presentó un 25%. Pero al final, han pasado el proceso mitad hombres, mitad mujeres. Entonces, ¡ahora a ver quién tiene algo que decir de que las mujeres no pueden ser astronautas!

Y esto puede ser un indicador de que los procesos, en muchas ocasiones, deberían ser ciegos.

Ese es también un tema complejo. En mi caso, mi experiencia presentándome a un proceso de selección completamente ciego ha sido positiva. Pero eso no significa que pueda decir que todos los procesos de selección deben ser así, porque creo que hay muchos matices y ahí los expertos de recursos humanos y psicología tienen mucho que decir. Entonces, no voy a ser una intrusa en un terreno que no me corresponde.

Gabinete de Comunicación


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