Situado a 550 metros sobre el nivel del mar en orientación sureste y sometido al régimen del alisio, el enclave tiene cierto interés ecológico.

La vegetación potencial es termófila, aunque nos encontramos muy próximos al ecotono (zona de contacto) con la laurisilva. Esta singularidad permite cultivar plantas de diferentes pisos de vegetación eligiendo la orientación y el suelo más adecuados y aplicando un riego diferenciado a cada tipo de plantas.

Situado a 550 metros sobre el nivel del mar en orientación sureste y sometido al régimen del alisio, el enclave tiene cierto interés ecológico.

La vegetación potencial es termófila, aunque nos encontramos muy próximos al ecotono (zona de contacto) con la laurisilva. Esta singularidad permite cultivar plantas de diferentes pisos de vegetación eligiendo la orientación y el suelo más adecuados y aplicando un riego diferenciado a cada tipo de plantas.

El jardín está delimitado por grandes ejemplares de palmera canaria (Phoenix canariensis), bellas damas nativas, pero bastante ‘agresivas’ al competir por los recursos con las plantas de menor talla.

Los diferentes espacios están conectados por veredas de hierba segada, pasos de troncos cortados y escaleras rústicas. Una pista de mayor anchura permite el tránsito de la maquinaria necesaria para ejecutar los trabajos de mantenimiento.

Como elementos constructivos, además de los muretes y escaleras de piedra, el jardín conserva unos estanques de hormigón forrado de piedra para conseguir una integración más natural. Funcionan como cabecera visual del pequeño barranco que discurre a través la parte central, dando dinamismo al conjunto. Algunos bancos rústicos estratégicamente situados permiten disfrutar, al sol o a la sombra, de las diferentes composiciones vegetales.

El jardín está delimitado por grandes ejemplares de palmera canaria (Phoenix canariensis), bellas damas nativas, pero bastante ‘agresivas’ al competir por los recursos con las plantas de menor talla.

Los diferentes espacios están conectados por veredas de hierba segada, pasos de troncos cortados y escaleras rústicas. Una pista de mayor anchura permite el tránsito de la maquinaria necesaria para ejecutar los trabajos de mantenimiento.

Como elementos constructivos, además de los muretes y escaleras de piedra, el jardín conserva unos estanques de hormigón forrado de piedra para conseguir una integración más natural. Funcionan como cabecera visual del pequeño barranco que discurre a través la parte central, dando dinamismo al conjunto. Algunos bancos rústicos estratégicamente situados permiten disfrutar, al sol o a la sombra, de las diferentes composiciones vegetales.

Aunque el principal protagonista de estas formaciones vegetales es el pino canario (Pinus canariensis), especie endémica del archipiélago, en el jardín están representados algunos arbustos característicos de bella floración como el codeso de monte (Adenocarpus foliolosus), el amagante (Cistus symphytifolius) y el tajinaste azul de Tenerife (Echium virescens). La pinocha cubre el suelo por completo, pero algunos piñones logran germinar sin problemas en primavera.

Ubicada en la terraza superior del jardín, los jóvenes plantones de brezo (Erica canariensis) y faya (Morella faya) crecen de forma pausada bajo los grandes ejemplares preexistentes de palmera canaria (Phoenix canariensis) formando una pantalla frente al viento. La rica flora lauroide de follaje siempreverde está representada por ejemplares de otras especies como el barbusano (Apollonias barbujana), el viñátigo (Persea indica), el acebiño (Ilex canariensis), el mocán (Visnea mocanera), el palo blanco (Picconia excelsa), el follao (Viburnum rigidum) y el loro (Laurus novocanariensis).

También podemos encontrar especies arbustivas. Algunas crecen bien en los rincones más sombreados como la malfurada (Hypericum grandifolium); otras toleran exposiciones más luminosas como el retamón (Teline canariensis). La mayor frecuencia de riego permite el desarrollo de algunas vivaces de sotobosque con interesante floración, como la pata de gallo (Geranium reuteri) o la morgallana (Ranunculus cortusifolius).

Encuentran aquí su lugar algunas trepadoras y enredaderas como el emblemático bicácaro (Canarina canariensis), la espinosa zarzaparrilla (Smilax aspera subsp. mauritanica) y la hiedra canaria (Hedera canariensis), estupenda planta tapizante.

Este espacio en semisombra está conformado por diferentes terrazas de piedra natural. El barbusano (Apollonias barbujana) es un árbol lauroide siempreverde característico de las comunidades vegetales menos exigentes en agua de la laurisiliva. Encontramos a su alrededor diferentes especies endémicas acompañantes, siendo protagonista absoluta la siempreviva de hojas grandes (Limonium macrophyllum) con sus inflorescencias azul-violeta.

Por el lateral se extiende un malpaís simulado coronado por un palo sangre (Marcetella moquiniana) y una sabina (Juniperus turbinata subsp. canariensis).

Como curiosidad podemos mencionar la presencia de la única planta no nativa salvada del jardín anterior, un romero rastrero de enorme tamaño con llamativas flores azules cuyo ramaje cae a modo de cascada hasta el nivel inferior (Rosmarinus officinalisProstratus’).

Desde el punto de vista paisajístico, uno de los elementos canarios más representativo es el barranco. Por el discurre el agua estacionalmente tras las lluvias, quedando solo el rastro de piedras, arena y grava durante el verano. A veces el agua queda retenida en pozas a modo de pequeños ‘oasis’.

El Barranco Seco quiere rendir un homenaje a este elemento natural. En las pozas de la cabecera, una con agua y otra con tierra húmeda, crecen algunas especies acuáticas como la juncia (Cyperus sp.), la berraza (Helosciadium nodiflorum) o la diminuta lenteja de agua (Lemna gibba).

Su trazado irregular y con desniveles atraviesa diferentes espacios, interrumpiendo el paso por los caminos como sucede en la naturaleza. En sus márgenes crecen pequeños arbustos y vivaces nativas de vistosa floración como la nevadilla (Paronychia canariensis) el faro (Gonospermum fruticosum), la madama de risco (Allagopappus canariensis) y la magarza (Argyranthemum frutescens).

Este sugerente sendero flanqueado por guaidiles (Convolvulus floridus) es el indiscutible corazón del jardín. Atravesando el barranco por un paso de losas, el camino nos permite disfrutar casi todo el año de la singular y variada flora termófila.

En primer término encontramos la malva de risco (Lavatera acerifolia), con sus vistosas flores blancas, con el centro entre rosado y fucsia, que nos recuerdan a las del hibisco. Al lado, un grupo de cebollas almorranas desnudas (¡quién le puso el nombre!) o drimias (Drimia hesperia), curiosa bulbosa que pierde las hojas en verano, emitiendo entonces sus largas espigas florales que a veces superan el metro de altura.

El camino discurre junto al murete de los góngaros (Aeonium canariense subsp. canariense), endemismo risquero de carácter suculento en forma de roseta perfectamente adaptado al crecimiento entre las piedras.

Esta composición de plantas termófilas fue una de las que plantaron primero los alumnos durante las prácticas de jardinería. Alrededor del sobrio y siempreverde olivo silvestre o acebuche (Olea cerasiformis), se suceden las floraciones de las distintas especies. En diciembre florecen los precoces bejeques arbóreos (Aeonium arboreum subsp. holochrysum), siendo las cabezuelas rosadas de los rosalitos (Pterocephalus dumetorus) las que anuncian la entrada del verano. Es un espacio en el que poder disfrutar no solo del colorido de las flores, sino también de las diferentes texturas, formas, contrastes y cambios en el follaje.

El verano es una etapa de reposo para muchas especies termófilas, perdiendo algunas sus hojas o cambiando estas de color. La ‘otoñada’ de los granadillos (Hypericum canariense) es una de las curiosidades que nos brinda la estación seca.

Este pequeño rincón se organiza en torno a un ejemplar de tagasaste (Chamaecytisus proliferus), arbusto forrajero formado en copa mediante poda dirigida para darle otra presencia estética. Las pequeñas flores amariposadas de color blanco-crema aparecen desde el invierno hasta el verano, impregnando el entorno con una sutil fragancia.

Bajo su sombra protectora crecen los alhelíes (Erysimum virescens), con sus vistosas espigas de flores rosa-magenta, las taragontías (Dracunculus canariensis), aráceas de esbeltas espatas de color blanco-verdoso, y las cruzadillas (Hypericum reflexum), de brillantes flores amarillas. Un paso japonés construido a base de rolos de palmera facilita el acceso al contiguo pasillo de las jardineras.

Junto a la joven alineación de palmera canaria plantada al este del jardín crecen especies muy adecuadas para espacios verdes sostenibles. Son plantas rústicas, que soportan el estrés hídrico y necesitan de pocos cuidados. Algunas son de porte arbóreo como el cedro (Juniperus cedrus subsp. cedrus), antiguo ejemplar plantado en la primera etapa del jardín, o el almácigo (Pistacia atlantica) que suele perder las hojas al llegar el frío; otras tienen biotipo arbustivo como el jazmín (Jasminum odoratissimum) y la retama (Retama rhodorhizoides), ambos con flores fragantes, o el jaguarzo (Cistus monspeliensis subsp. canariensis) y el incienso (Artemisia thuscula), con follajes muy aromáticos.

No podemos olvidarnos tampoco del drago (Dracaena draco subsp. draco) o del sufrido espinero (Rhamnus crenulata) con sus interesantes y brillantes bayas negras al madurar.

En el talud practicado para la instalación del depósito de riego podemos familiarizarnos con plantas de zonas cálidas y secas, más próximas a la costa. Algunas son suculentas fácilmente reconocibles por su silueta como los cardones (Euphorbia canariensis) y las tabaibas dulces (Euphorbia balsamifera subsp. balsamifera). Otras suelen crecer en primera línea de mar soportando la maresía, como el hinojo marino (Crithmum maritimum), las servilletas de mar (Astydamia latifolia) o el salado (Schizogyne sericea), este último con su característico follaje gris-plateado.

Se han incorporado recientemente al conjunto algunos balos (Plocama pendula), aulagas (Launaea arborescens) y cornicales (Periploca laevigata) con el fin de estudiar su comportamiento en condiciones ambientales algo menos favorables para estas especies.

En la entrada del invernadero ‘Copago’ encontramos unos pequeños bancales con una veintena de especies aromáticas y culinarias, la mayoría de ellas con propiedades medicinales: orégano, menta, sidrera, salvia, ruda, toronjil, perejil, tomillo, romero, cilantro o caña santa son algunas de las que podemos reconocer si nos gusta la cocina. El jardín de plantas canarias se integra de esta manera en el entorno agronómico y productivo de la Escuela de Ingeniería. Obsérvalas, disfruta de sus aromas y esencias, aprende a identificarlas y diferenciarlas, pero, por favor, ¡no te las lleves!

Uno de los aspectos a estudio en el Jardín Experimental es la adaptabilidad de las plantas al crecimiento en espacios limitados. Las amplias jardineras de obra ubicadas sobre el muro frente al aparcamiento principal permiten la coexistencia de varios ejemplares en un mismo espacio reducido. Tras proceder a la renovación de la capa drenaje y la preparación del sustrato, se estableció una composición con siete especies diferentes, entre ellas la madama de risco (Allagopappus canariensis), la nevadilla (Paronychia canariensis) y la siempreviva (Limonium macrophyllum).  El conjunto se diseñó para poder apreciarse tanto desde la parte superior del muro como desde el aparcamiento inferior, habiéndose combinado diferentes biotipos, texturas y floraciones para dotarle de un mayor interés estético.