El viaje: una aventura cultural
Resumen
El viaje, como una forma de relación con el tiempo y el espacio, tiene presencia en la literatura desde la Antigüedad. Se puede hablar de literatura de viajes cuando el viajero despliega también su faceta de escritor y confiere a su relato, sin merma de su contenido informativo, una estructura en la que la forma de contar y el empleo de recursos estilísticos acercan el texto más a la literatura que a un discurso primordialmente informativo. Y si la naturaleza de los viajes es diversa, no menos diversa es la tipología del escritor que relata sus viajes. O sus no-viajes, como los «viajeros de sillón» Juan de Mandeville o Frederick Marryat, quien en Cómo escribir un libro de viajes (1840) da con la fórmula para confeccionar un libro de viajes: entreverar lo fáctico y lo ficcional, el discurso enciclopédico, la antropología cultural y la escritura del Yo. Otros viajeros modernos se afanan en reencontrar los paisajes de su memoria, como Julio Llamazares en El río del olvido (1990), en tanto que otros autores como Claudio Magris (El Danubio, 1986) o Javier Reverte (Corazón de Ulises, 1999) se interesan más por la literatura, la música o las artes del país que visitan, en detrimento de lo geográfico, lo antropológico o lo religioso. También el espacio urbano se convierte en destino viajero, una aventura de conocimiento cultural, de acercamiento al otro, como es el caso de Por la ruta de la memoria (1992), de Manuel Vicent.
Derechos de autor 2025 Eugenia Popeanga

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