Leche con chocolate y una magdalena

Raquel Villar-Hernandez

Instituto de Investigación Germans Trias i Pujol 

A pesar de los grandes avances científicos de los últimos años como la edición genética (CRISPR/Cas9), tener a un vehículo (el Curiosity) en Marte que además de darnos información sobre el planeta se toma «selfies», o las recientes vacunas basadas en el RNA mensajero, aún quedan muchas preguntas y retos sociales por resolver. Uno de estos retos es la baja disponibilidad de agua en nuestro planeta. Y es que mientras más de la mitad de la población mundial goza actualmente de acceso a internet, en 2025 esta misma proporción vivirá en zonas de escasez de agua. A esta grave situación se le suma la creciente y constante contaminación de aguas ambientales.

Un grupo de contaminantes que preocupa cada vez más son aquellos procedentes de productos farmacéuticos y de cuidado personal. Éstos se encuentran en medicamentos, cosméticos, protectores solares y productos de limpieza, entre otros, y son una gran amenaza, ya que la población los usa de manera extensiva y diaria suponiendo un aporte continuo para el medio ambiente. Como hasta ahora estos contaminantes no están regulados por ninguna institución, su presencia no se evalúa en los programas de monitoreo de la calidad del agua, pudiendo, por tanto, llegar a reservorios ambientales e incluso depósitos de agua potable. Es cierto, que la mayoría de ellos se liberan en poca cantidad; sin embargo, son sustancias químicas disruptoras endocrinas que se acumulan pudiendo causar daños permanentes, irreversibles y transgeneracionales. 

Aunque aún sin solución definitiva, este tema es central en muchos proyectos de investigación, y uno de ellos es en el que trabaja la química e investigadora canaria Idaira Pacheco-Fernández. Después de defender su tesis doctoral en la Universidad de La Laguna y de saltar en paracaídas desde un avión, Idaira se trasladó a Kyoto, para continuar con su investigación. El principal objetivo de sus estudios es diseñar y fabricar dispositivos capaces de extraer del agua compuestos contaminantes permitiendo evaluar su impacto en el medio ambiente. Usemos la analogía que nos cuenta ella.

Supongamos que tenemos una taza de leche con chocolate, y que, una vez bien mezclados, queremos separar el chocolate de la leche. Imaginemos que para ello pudiésemos utilizar una magdalena que al sumergirla retuviese el chocolate en sus poros pero dejase pasar la leche. De esta manera, al sacar la magdalena de la taza, nos llevaríamos el chocolate con ella dejando la leche “limpia” atrás. Algo así es en lo que trabaja Idaira, salvo que en su caso la leche es el agua ambiental, el chocolate son los contaminantes y la magdalena es un dispositivo de extracción. Ya que los contaminantes que quiere detectar están en baja cantidad, lo que busca Idaira es desarrollar una micro-magdalena, es decir un dispositivo de micro-extracción, cuyos materiales tengan una estructura muy pequeña capaz de retener estos contaminantes y así poder detectarlos y cuantificarlos. Una vez desarrollada, esta herramienta no sólo serviría para detectar y cuantificar esos contaminantes, sino que también se podría utilizar en un futuro para filtrar el agua y liberarla de ellos, e incluso para su aplicación en otras disciplinas, como la medicina, para el diagnóstico de enfermedades.

El grupo de investigación donde trabaja ahora, el Furukawa Lab, está formado por expertos en diseño y creación de nuevos materiales reticulares y porosos. Estos materiales tienen diferentes propiedades y el principal reto de Idaira, es buscar entre ellos uno que cumpla con los requisitos necesarios para su dispositivo de micro-extracción. Sin embargo, la adaptación a su nuevo entorno ya está siendo otro reto en sí mismo. 

Una de las dificultades de mayor peso es el idioma. Y no sólo se refiere al japonés en sí mismo sino a la jerga que sus nuevos compañeros físicos y químicos sintéticos usan, muy diferente al que ella como química analítica está acostumbrada. “Aún hablando en inglés, la mayor parte del tiempo no sé lo que están diciendo, y a diferencia del japonés, este lenguaje sí que tengo que dominarlo urgentemente”.

Pero este no es el único reto al que se enfrenta Idaira en su nueva etapa. A ninguno se nos escapa que mudarse es complicado. Mudarse lejos de la familia, amigos y de todo lo que conocemos, lo es aún más. “Quedarme en Tenerife no era una opción si quería seguir con mi investigación, al menos no a largo plazo, y es cierto que tenía (y tengo) muchas ganas de vivir la experiencia de hacer un postdoc en el extranjero. Sin embargo, la visión de los investigadores que nos vamos fuera está muy idealizada. En mí caso tuve muy buena acogida por el grupo y me ayudaron con todo el tema burocrático, seguridad social y búsqueda de piso; pero no todos tienen la misma suerte y el choque cultural siempre necesita de adaptación”. Aunque Japón es muy seguro, tranquilo, organizado, con un sistema de transporte público envidiable y con buena comida, en los tres meses que lleva en Kyoto, Idaira ha pasado parte de la cuarentena en una habitación de 10m2 sin ventanas, se ha replanteado su vida unas cuantas veces, ha pasado a dormir con antifaz y en un futón, y a depender de imágenes para comprar. Además, está en vías de aceptación de que en Japón no existan fregonas (¿cómo puede ser que sobrevivan sin este invento español?), que probablemente necesite un máster sobre cómo reciclar, que adoren el pago en efectivo y que tener a búhos como mascotas y pasearlos en un carrito por el parque es normal. 

A pesar de los cambios y retos a los que se enfrenta, esta nueva etapa le hace mucha ilusión y la vive con intensidad, tanto en el laboratorio como fuera de él. 

No sabemos cuándo estará listo, pero, mientras Idaira desarrolla su dispositivo de micro-extracción, nosotros podemos seguir algunos pasos para disminuir la contaminación de aguas ambientales. No se trata de dejar de tomar los medicamentos que nos ha prescrito el médico, lavar la ropa, o usar protector solar, sino de comprar de forma responsable eligiendo productos respetuosos con el medio ambiente, llevar a la farmacia aquellos medicamentos que han sobrado, y depositar en el punto limpio los envases de cosméticos y productos de limpieza.