Editorial

Uno de los múltiples debates suscitados en los últimos 18 meses al calor del COVID-19 es en torno al viejo, y al parecer no resuelto, dilema entre la ciencia básica y la aplicada. Un dilema que se puede presentar también en distintas variantes que incorporan matices que permiten expandir el ámbito de la reflexión: ¿Es (debe ser) la ciencia altruista? ¿Hay motivaciones legítimas, o más legítimas, que otras a la hora de hacer ciencia? ¿Debemos poner fronteras al conocimiento?

 

Son muchos los casos en los que investigaciones motivadas, no por el deseo de conocer en sí mismo, sino con la intención de resolver un problema, han acabado al servicio de la investigación básica. Es el caso del radar, de internet o de la tecnología basada en el láser diseñada originalmente para para el seguimiento de satélites y que se usan actualmente para corregir la distorsión de la atmósfera en las observaciones astronómicas. En otros casos los resultados de la investigación básica derivan en aplicaciones que no estaban previstas. La tecnología del ARN mensajero, desarrollada durante décadas en numerosos laboratorios financiados con fondos públicos, está en la base de la revolución en la tecnología de elaboración de algunas de las vacunas contra el COVID-19 que están salvando millones de vidas. Se trata de conocimientos básicos que han dado origen a productos patentables.  Tiendo a pensar que plantear la cuestión ciencia básica versus ciencia aplicada, en términos binarios, es una simplificación excesiva de una realidad mucho más compleja; más rica en matices y que se mueve en la zona gris entre uno y otro extremo. Siempre ha habido investigación aplicada y ciencia básica y ambas han convivido, se apoyan mutuamente y con frecuencia se confunden. 

 

Defendamos la investigación pública y apoyemos la investigación básica pero, por encima de todo continuemos, investigando todos y todas, de forma pública o privada; por el deseo de conocer o por resolver un problema. Lo importante es que al final del día, es la ciencia la que nos hace la vida más fácil y la que hace que conozcamos mejor al mundo y a nosotros mismos. 

 

Presentamos hoy el Número 9 de HIPÓTESIS, la décima entrega de la serie y segunda de este año pandémico 2021. Un número que nos trae una novedad destacada, como es una nueva sección, que nos acompañará a partir de ahora, y que lleva por nombre El Jardín de Ockham. La responsable de esta sección es nuestra compañera Guillermina O. una persona que desde hace décadas viene trabajando activamente en la divulgación de la ciencia y en la defensa de la misma ante los ataques de las pseudociencias. Con esta sección queremos contribuir al fomento del pensamiento crítico y a la vigilancia de esa pandemia eterna propagada por los virus de la superchería y la creencia en lo irracional. Atención y alerta siempre necesaria, pero cuya necesidad se ha hecho particularmente aguda en estos tiempos de COVID-19. En su primera entrega Guillermina hace un certero análisis de las falacias que sustentan las evidencias que algunos aportan para justificar que… somos visitados, regular pero esquivamente, por seres inteligentes que proceden de otros mundos materiales.

 

Además de las secciones fijas a cargo de Larry Darrel (El Filo de la Navaja), que en esta ocasión nos acerca a las ideas sobre el origen de la vida de Humberto Maturana y Francisco Varela y la crónica siempre atractiva del Aula Cassiopea, que en esta ocasión, de la mano de David Fuentefría nos invita a revisar el futuro, que al parecer ya no es lo que era. Rodrigo Delgado, nos invita a re-visitar la Luna; ese satélite que ha acompañado siempre al ser humano y más allá de sus efectos sobre nuestro planeta también ha jugado, y seguirá haciéndolo, un papel central en nuestra cultura y nuestra imaginación.

 

Contamos también con un reportaje sobre la percepción de la ciencia entre nuestros investigadores, a cargo de Natasha Cortés; un artículo que forma parte de su Trabajo de Fin de Grado y que pone de manifiesto que la divulgación científica, poco a poco, se va abriendo paso en nuestras titulaciones de Grado. 

 

De alguna manera la preocupación por la degradación ambiental y el cambio climático está presente, de manera inopinada pero reiterada, entre nuestros colaboradores. Juan Pedro Díaz, nos habla sobre las predicciones, que del futuro climático canario, se extraen de los modelos que elabora su grupo de investigación y que anuncian cambios con efecto importantes para nuestro ecosistema. La misma idea aparece en otro contexto, el que desarrolla Luis Ortigosa y en el que señala la relación entre la actual pandemia y otras que sin duda llegarán y que son en gran medida efectos indeseables de los cambios provocados por el ser humano en el clima y en el medio ambiente. El marco general de todo ello nos los muestra José Manuel Cozar en su artículo sobre el Antropoceno, la nueva edad geológica caracterizada por que en ella el agente inductor es, precisamente, y por primera vez, la actividad del ser humano. De potenciales patologías, de cuya aparición en Canarias no le son ajenas estos cambios ambientales trata el trabajo de Pilar Foronda, del Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias. Francisco Amador se refiere a los Objetivos del Desarrollo Sostenible y a la importancia que tiene que estos se incorporen en los programas formativos universitarios. La modalidad de Aprendizaje por Servicio emerge como una propuesta válida para la formación eficaz en los valores de la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente, en una síntesis perfecta de los ámbitos formativos y medioambientales. ¿Qué relación hay entre la nutrición y el COVID-19? Carlos Díaz Romero junto con sus colaboradores nos la muestra; ilustrando cómo el medio ambiente, nutrición y enfermedad están estrechamente relacionados. El COVID-19 ha causado (oficialmente) más de cuatro millones de muertes. Alfonso García reflexiona sobre la muerte, sobre ese hecho tan natural pero al mismo tiempo tan huidizo como es nuestra propia extinción. Una reflexión necesaria pero que tendemos a esquivar.

 

Carolina Castillo y Penélope Cruzado traen a colación el registro fósil de Canarias y las tortugas gigantes que una vez existieron en estas islas. Nos muestran cómo su papel de diseminadores de semillas fue asumido por los lagartos gigantes, de los que varias especies sobreviven en nuestras islas. ¿Racionales o emocionales? Esto es lo que se pregunta Hipólito Marrero, director del Instituto Universitario de Neurociencias de la Universidad de La Laguna. La respuesta, pues seguro que no les sorprende a muchos, o quizás sí. Fernando García Tellado, nos expone la relevancia de la Química como disciplina necesaria, que acarrea sin embargo el estigma de ser “mala ciencia” a pesar de que la vida es química y que sin sus aportaciones, simplemente no estaríamos aquí. Paz Fernández, de la Biblioteca de la Universidad de La Laguna no presenta los resultados de un interesante proyecto de digitalización. Alexandra Chas y Enrique García nos presentan el estado del arte  sobre algo tan importante y humano como es la toma de decisiones. ¿Qué procesos cognitivos operan cuando tenemos que decidir sobre cuestiones de vida o muerte o sobre algo tan prosaico como la marca de cereales para el desayuno?  La respuesta seguro que les sorprende.

 

El número termina (o empieza, eso depende del lector o lectora) con los resultados de la encuesta anual de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología, lo que que nos lleva a la reflexión con la iniciamos este editorial. Los resultados de este estudio indican que la ciencia gana poco a poco reconocimiento en la población en general. Y en esta apreciación no se distingue entre ciencia básica o aplicada, entre ciencia pública o privada; pero sí valora su importancia y su contribución a la mejora de la calidad de vida y a la vida misma.

 

Néstor Torres Darias

Director de HIPÓTESIS