2021: Una odisea en Marte

Juanjo Martín

Hipótesis

 

¿Has visto alguna vez Marte? Quizás el trajín diario no te deje mucho tiempo para contemplar el firmamento, puede incluso que no sepas localizarlo en el cielo o que justo ese día que quisiste mirar las estrellas, Marte no estuviera sobre el horizonte. Pero lo más probable es que sin darte cuenta, hayas visto el mítico planeta rojo sin ser consciente de que se trataba de él. Su color rojizo y su movimiento en el cielo ha hecho de este planeta un astro destacado en todas las culturas. De hecho llegó a ser un dios, un ser divino asociado a la guerra, la pasión, la sexualidad y la virilidad masculina. Todo un dios machote que también da nombre al segundo día de la semana y al tercer mes del año.

Esta condición beligerante de Marte quizás venga dada por su color, siempre ligado con la sangre aunque, contrariamente a lo que se piensa, no es el único con esta coloración en la noche. Existe otro astro que nos puede confundir con su tonalidad rojiza; Antares, la estrella más brillante de la constelación del Escorpión. Tanto se parece a Marte que su nombre significa en griego anti Ares (el rival de Ares o el contrario a Ares), que podemos traducir como anti Marte. Esta estrella es una supergigante roja, un tipo de estrella mucho más grande que el Sol pero también más fría. En este caso, el color de Antares le sirvió para que en la mitología fuera considerada como el Corazón del Escorpión.

Pero volvamos a nuestro protagonista porque este año estará de moda. No una, ni dos, sino tres sondas espaciales han llegado en las últimas semanas a Marte. ¿A qué se debe esta manía marciana? La primera es una razón muy práctica. El año pasado Marte se acercó mucho a la Tierra, tanto que sus órbita no volverá a estar tan cerca de la Tierra hasta el 2035. Las agencias espaciales han aprovechado esta proximidad para lanzar sus naves y ahorrarse millones de kilómetros de viaje. El segundo motivo tiene que ver con nuestra fascinación con Marte. El planeta ha alojado nuestras esperanzas de no estar solos en el universo desde mucho antes de que se enviaran naves allí. Desde los seres verdes que imaginaba la ciencia ficción hasta las civilizaciones que creían ver a través de sus telescopios astronómicos como Percival Lowell a principios del siglo XX, no hemos dejado de sentir una atracción no gravitatoria por el planeta rojo.

Hoy nadie cree que vayamos a encontrar en Marte hombrecillos verdes o enanos cabezones. Es más probable hallar algún tipo de vida microscópica agazapada bajo la superficie. Se espera esto porque en Marte se dieron las condiciones necesarias para desarrollarla. El planeta tuvo, y en abundancia, el ingrediente fundamental para que exista vida: el agua. Se tienen pruebas de la existencia de ríos, mares y océanos. Algo que se aprecia en las huellas que dejaron en la superficie: escorrentías, lechos secos de ríos y huellas de de erosión de costa. Pero ¿adónde ha ido a parar esa agua? Gracias a las sondas predecesoras a las que han llegado ahora, sabemos que hubo un gran cambio climático hace 3.500 millones de años que provocó la evaporación de buena parte del agua marciana que ahora está en forma de Hidrógeno y Oxígeno que vagan por el sistema solar. Pero no toda el agua se esfumó. Aunque la actual atmósfera marciana no es capaz de mantener agua líquida en la superficie, los datos indican que existe una gran reserva de agua en el subsuelo, donde la vida es posible.

La atmósfera marciana es ligera, con poca presión atmosférica y casi ninguna protección contra la radiación solar. Esto imposibilita que la vida se desarrolle en la superficie. Por eso los exobiólogos especulan con la posibilidad de que la vida se haya hecho fuerte bajo la superficie, protegida de las radiaciones y de las duras condiciones climáticas. Ahí es donde las últimas misiones espaciales están buscando; por eso, no es de extrañar que los robots que han llegado vayan provistos de taladros.

Al principio de este año han llegado tres naves al planeta, dejando atrás la hegemonía espacial rusa-americana. Dos paises se han sumado a este exclusivo club; China y Emiratos Árabes que patrocinan sendas aventuras marcianas. La de Emiratos se llama Hope Mars. Esta misión, de capital emiratí pero de tecnología norteamericana, estudiará el clima marciano y fenómenos meteorológicos como las tormentas de polvo. Será una misión de orbitación; por tanto no tocará suelo de marte. China, con mucha más experiencia y presupuesto, ha sido más ambiciosa con su misión. La Tianwen-1 consta de un orbitador, un módulo de aterrizaje y un rover. Cada uno, con objetivos científicos distintos. El orbitador posee varias cámaras de alta resolución, un magnetómetro, un radar y un analizador de partículas. El rover lleva a bordo una radar para el subsuelo, cámaras e instrumentos meteorológicos.  

Pero sin duda la misión más ambiciosa es la de la NASA. Con una amplia experiencia en Marte, la agencia norteamericana llega de nuevo al planeta con una misión sin precedentes y muy centrada en la búsqueda de indicios de vida. El elemento más destacado de la misión es su rover, Perseverance, llamado a dar grandes alegrías a los científicos que estudian el planeta, para lo que cuenta con un conjunto nunca visto antes de instrumentos y tecnología. Perseverance aterrizó en una zona bautizada por la NASA como Timanfaya, el delta de un antiguo río, ahora seco. Ese lugar ha sido elegido por la alta probabilidad de encontrar sedimentos arrastrados por el agua en su momento, lo que lo hace un buen lugar para buscar vestigios de vida. El rover posee un brazo robótico dotado de varios instrumentos de análisis y detección. También dispone de un taladro para tomar muestras, testigos que encapsulará en botellas especiales para que una futura misión, aun en diseño, vaya a por ellas y las traiga a la Tierra. Algo que no ocurrirá antes de 2030.

Entre los siete instrumentos científicos que lleva a bordo el Perseverance se encuentra el MEDA (Mars Environmental Dynamics Analyzer), diseñado, fabricado y financiado por España en un proyecto liderado por el Centro de Astrobiología, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Instituto Nacional de Técnicas Aeroespaciales. Es ni más ni menos que la estación meteorológica del rover, que registrará diariamente, además de los niveles de radiación, las condiciones climatológicas y los patrones del viento marciano. MEDA formará junto a las estaciones meteorológicas de Curiosity e Insight (ambas de la NASA y que también son de procedencia española) la primera red de estudio del clima en Marte, lo que constituye una importante aportación española a la ciencia y la técnica aeroespacial.