Editorial

FECHA: 27/09/2019

En el momento de escribir estas líneas, están recientes aún las numerosas convocatorias electorales a las que como ciudadanos hemos sido convocados. Hemos tenido la oportunidad de votar a nuestros representantes en el parlamento europeo, el nacional y también en los autonómicos, provinciales e insulares y ayuntamientos. Ante tanto ejercicio democrático, y como investigador y profesor me he hecho una pregunta que quizás pueda sorprender a más de uno o una: ¿puede haber hoy verdadera democracia sin conocimiento científico? Porque si aceptamos que en el núcleo de los sistemas genuinamente democráticos está el debate libre, tendremos que admitir también que a punto de culminar la segunda década del siglo XXI, ese debate sólo es posible desde el conocimiento científico. Y es aquí, precisamente, donde la divulgación y la comunicación de la ciencia se presentan como medios necesarios para que todos los agentes sociales puedan participar en la discusión democrática.

Avances científicos que tan sólo hace unos pocos años fueron novedad, hoy se han transformado, por virtud de desarrollos tecnológicos basados en ellos, en parte de nuestra vida cotidiana. Hoy son novedad y captan la atención de los medios nuevos descubrimientos, en campos tan distintos como la edición genética o la inteligencia artificial; descubrimientos que, a la velocidad acelerada a la que se traducen en aplicaciones, auguran cambios de calado mayores y de mayor impacto a los ya vividos. Están, además, los efectos del cambio climático en la salud y la economía y sus repercusiones en aspectos como los movimientos migratorios y la demografía que sin duda cambiarán nuestra concepción del mundo y la forma de relacionarnos con nuestro entorno. En conjunto estos descubrimientos tienen profundas implicaciones sociales, legales y éticas que requieren un debate urgente, general e informado.

En este contexto, la difusión de la investigación y la comunicación de la ciencia pasan a ser algo más que una cuestión de cultura; se trata nada menos que de una condición necesaria para que una sociedad pueda gozar de salud democrática. Sin embargo, la última encuesta sobre Percepción Social de la Ciencia, realizada por la FECYT en el 2018 muestra que tan solo un 16,3 % de la ciudadanía manifiesta interés por los temas de ciencia y tecnología. Y aunque la misma encuesta indica una evolución positiva en la percepción de la ciencia por parte de la sociedad, lo cierto es que queda mucho camino por recorrer.

Por su parte, la comunidad científica no ha permanecido ajena a esta necesidad y ha comprendido la importancia de comunicar sus resultados a la sociedad. Ya no se mira con desprecio a la científica que dedica parte de su tiempo a la divulgación, y es norma general en las propuestas de investigación que se expliciten, como parte del plan de trabajo, las acciones de difusión de los resultados de la investigación. Un paso más en esta dirección lo representa el reconocimiento de la labor de divulgación del personal docente e investigador del Ministerio de Ciencia a través de los complementos retributivos asociados a la productividad en transferencia. HIPÓTESIS surge precisamente de este caldo de cultivo, consciente de que no sólo hay que comunicar más ciencia sino que hay que hacerlo a través de nuevos canales pero, sobre todo, de manera efectiva.

La quinta entrega que hoy presentamos ofrece un recorrido por temas y resultados que esperamos sirvan para informar sobre cuestiones de interés. Pau Carazo reflexiona sobre el papel del sexo y las ventajas (¡y desventajas!) que desde el punto de vista evolutivo ha supuesto su aparición. En esa misma línea, pero desde otra perspectiva, Alberto Marín nos habla de la evolución y de ese sucedáneo explicativo que se llama diseño inteligente. También sobre lo que somos a nivel de ADN nos informa Gemma Marfany y Juan Antonio Aguilera, desde distintos puntos de vista pero ambos con referencias obligadas a nuestra genética y en el caso de Juan Antonio, con un giro de última hora que no deja de ser inquietante. El desarrollo de la neurología, que tuvo un precursor en los trabajos que Wolfgang Köhler realizó en Tenerife nos los cuenta Carlos Álvarez, mientras que Natacha Aguilar nos deleita con un relato sobre el canto de las ballenas que viven en aguas canarias. A éstos les acompaña otro sobre nuestro microbioma, a cargo de Teresa Tejedor, que nos informa sobre el lado bueno de los microorganismos, en contraste con su cara más oscura, la que nos presenta Emma Carmelo, experta en parasitología. José Mª Fernández-Palacios aclara el significado del término Macaronesia, en una interesante pesquisa bibliográfica que pone de manifiesto la importancia de los términos en ciencia y la evolución de las ideas en torno a los mismos. La referencia al ser humano viene de parte de dos contribuciones. Africa Borges indaga sobre el tratamiento debido a las personas con sobredotación y la importancia de reconocer y tratar adecuadamente su diferencia. Josefa Dorta, por su parte, nos muestra cómo los conocimientos sobre la fonética humana se ponen al servicio de la criminalística. Las divulgación matemática corre a cargo de Isabel Marrero, que nos descubre lo que se ha llamado “la fuerza del uno” y la ley de Benford a ella asociada. José Méndez, presidente de la Real Academia Canaria de Ciencias nos presenta esta institución y su historia desde su creación. No faltan tampoco la sección fija y siempre divertida a cargo del Aula Cassiopea de la Universidad de La Laguna (Ciencia y Cine) y una nueva entrega de la serie Expediciones a cargo de nuestro colaborador Javier Peláez. Completan la entrega una entrevista a Javier Rebolo, director del Instituto de Astrofísica de Canarias y al director del Museo de la Ciencia y del Cosmos, Héctor Socas y algunos reportajes a cargo de Juanjo Martín. Como postre, un divertido cómic a cargo de Tamo (dibujante) y Guido Santos (guionista).

En fin, un menú que esperamos les resulte sabroso y divertido con el que queremos contribuir a ponernos en condiciones de participar críticamente y con conocimiento en los debates, presentes y futuros, en los que como ciudadanos tenemos la oportunidad y la obligación de participar.

REDACCIÓN NÉSTOR TORRES DARIAS
DIRECTOR DE HIPÓTESIS