En el jardín de Ockham

El poder de las pirámides. O no 

 

Guillermina O.

Universidad de La Laguna

 

En nuestra segunda entrega de esta humilde sección queremos fijarnos en uno de los clásicos del misterio. Uno de esos temas de mención obligatoria en cualquier tratado que haga un repaso a los principales enigmas de la historia. Le hablo de las pirámides. Pero no piense ya en las construcciones egipcias, hablamos de cualquier pirámide, incluso de aquella construida de cartón, pues parece que, algunos divulgadores de lo incógnito les atribuyen a todas cualidades mágicas. Sí, solo a la pirámide. El pobre cubo o cono no tuvieron la misma suerte en el reparto mágico y ahora nadie habla de ellos.

 

Luego hablaremos de las pirámides más famosas del planeta, pero antes fijémonos en la figura geométrica milagrosa. Una pirámide es “un poliedro que tiene por base un polígono cualquiera y por caras laterales triángulos que confluyen en un vértice que se denomina ápice”. Vaya, aquí nos encontramos con la primera arista. Los defensores del “poder de las pirámides” solo nos suelen hablar de las pirámides de base triangular o cuadrada, los pentágonos o hexágonos no les gustan, quizás por su complejidad. Los amantes de las pirámides y creyentes de sus propiedades defienden que bajo una pirámide suceden cosas extraordinarias. Aún sigue circulando la leyenda de aquel cadete que durante todo su servicio militar nunca cambió de hojilla de afeitar. ¿No se afeitaba? Si, según dicen lo hacía a diario, pero se guardaba en as en la manga. Guardaba la maquinilla bajo una pequeña pirámide, esto hacía que la hoja se volviera a recomponer y afilar. Y así, hojilla nueva cada mañana, ¡tiembla Gillette!

 

También defienden la capacidad conservadora de las pirámides. Sostienen que la carne no se corrompe bajo las pirámides, que su energía las conserva para siempre. Y en este punto ponen el ejemplo de las pirámides milenarias de Egipto. Si has visto alguna vez una momia egipcia entenderás que, el cuerpo, conservado, lo que se dice intacto, precisamente no está. Como todos sabemos, que los cuerpos se mantengan con ese aspecto de cecina seca se debe a los trabajos de momificación y secado del cadáver, como la multitud de momias que se conservan en el mundo y que no han visto una pirámide en su vida. Yo no fiaría la conservación de mis alimentos a la forma piramidal de la despensa. Prefiero la congelación, el enlatado en aceite o los productos deshidratados, no sé, llámame rara.

 

Pues hoy en día, si tienes la oportunidad de pasar por tiendas de misterios y enigmas de todo a cien, verás que aún se venden pirámides, con la promesa de que son como antenas que captan la “energía” y la proyectan hacia su interior. Como un captador de brumas, pero con la energía. Esa de la que todo el mundo habla pero que nadie ha medido jamás.

 

Pero las pirámides dan para más. En la Tierra podemos encontrar construcciones piramidales en muchos lugares: Egipto, Bosnia, México, Sudán, Italia, China o Canarias. Si, en las islas también las hay. De ellas hablaremos luego. Algunos autores han pensado y teorizado sobre la construcción global de estas estructuras. Eso quiere decir que piensan que los constructores de estas pirámides fueron a la misma escuela, que esas civilizaciones estuvieron en contacto en el pasado. Imaginamos a un peruano visitando el antiguo Egipto y pensando: ¡claro! ¡pirámides, que buena idea! Cuando regrese a mi tierra me hago una.

 

Esta teoría no solo defiende la interconexión de civilizaciones antiguas, sino la existencia de una escuela primaria de constructores de pirámides. Este tipo de pensamiento parte de la siguiente reflexión “esas grandes estructuras son muy complejas, requieren de una gran técnica y habilidad. Los antiguos no poseían esas capacidades”. Este tipo de reflexiones nos lleva a la peregrina, pero socorrida idea de que nuestros antepasados eran poco más que tontos, incapaces de hacer cosas que nosotros sí podríamos. Tendemos a pensar que los antiguos pobladores de la Tierra eran unos ignorantes salvajes que no poseían tantos conocimientos. Por eso, o fueron ayudados por fuerzas divinas o por aparejadores extraterrestres. 

 

Sin embargo, lo que no nos suelen contar es que la pirámide es una de las construcciones más intuitivas que existen. Pongamos a un niño a jugar en la playa, al poco tiempo estará construyendo algo parecido a una pirámide con la arena. Es la mejor manera de hacer un edificio alto sin que se te derrumbe. Una estructura muy ancha en su base que se va estrechando y aligerando a medida que sube. Y esto nos lleva a las pirámides de Canarias.

 

En los años 90 un grupo de investigadores poco ortodoxos de la historia de Canarias redescubrió las llamadas Pirámides de Güímar. Un complejo compuesto por varias construcciones piramidales escalonadas, parecidas, pero a mejor escala de las que podemos visitar en América Central. Rápidamente se popularizaron y se defendió el origen prehispánico de las mismas. El investigador y aventurero Thor Heyerdhal pensó que debió de existir un contacto entre América y Canarias, en su opinión esa era la única manera de explicar ese parecido. Eso quiere decir que un canario llegó a América y regresó para copiar las construcciones o, por el contrario, un antiguo Azteca o Maya llegó hasta las islas y les enseñó a construirlas. ¿O quizás fue un arquitecto egipcio quien visitó estos lugares? 

 

Estas descabelladas teorías fueron defendidas en los años 90 y tuvo cierto predicamento en los medios de comunicación. Lo que no se difundió tanto es que este tipo de construcciones eran típicas de las islas. Aunque no con esas dimensiones, aun hoy en día podemos ver construcciones piramidales escalonadas en Tenerife y La Palma. ¿Por qué? Porque los antiguos habitantes de nuestras islas tenían por costumbre comer y para ello tenían que cultivar. Todo el que conozca estas islas comprobará que los terrenos están organizados en terrazas o bancales y que las fincas están llenas de piedras pequeñas que hacen muy complicado cultivar en ellos. Una actividad cotidiana de los campesinos del siglo XIX y XX era limpiar las fincas de piedras. ¿Y cómo almacenar muchas piedras sin que se desmoronen continuamente? Pues haciendo este tipo de construcciones piramidales. Sin duda era un gran esfuerzo que hoy no realizaríamos, pero en esos tiempos fueron fundamentales para la supervivencia de los pueblos. 

 

El último clavo ardiendo al que se aferran los amantes de los misterios es el relacionado con la orientación astronómica de las Pirámides de Güímar. En 1991, los investigadores del Instituto de Astrofísica de Canarias César Esteban, J. Antonio Belmonte y Antonio Aparicio publicaron un artículo donde mostraban que ese complejo piramidal señalaba al lugar donde se ponía el sol durante el Solsticio de Verano. Además, desde ese punto, ese día, y no otro, se podía observar una doble ocultación del Sol gracias a un saliente en la montaña. Esto es incontestable. Pero la pregunta sería ¿tener una orientación astronómica les confiere a las pirámides más antigüedad o relación con otras similares en el mundo? La respuesta es no. Hay multitud de edificaciones con orientaciones astronómicas y este capricho arquitectónico tuvo su explicación cuando se descubrió que el dueño de los terrenos fue Antonio Díaz Flores, un destacado masón. Y todos conocemos la afición que tenían los masones por orientar sus edificaciones a los astros. El otro factor que apoya la hipótesis de la construcción reciente de este complejo piramidal es que no existe mención alguna de ellas en las crónicas de los conquistadores. Nadie habla de ellas, y eso que no son pequeñas. ¿Por qué ningún cronista se hace eco de tan magnas construcciones? Pues simplemente porque no existían. 

 

Pero que no sean prehispánicas no le resta valor etnográfico ni estético. Las construcciones piramidales que podemos encontrar en este planeta son una oda al esfuerzo humano, y a su capacidad de construir cosas maravillosas, pero no mágicas.