La Atención Plena, un camino milenario para aliviar el sufrimiento y mejorar la convivencia

 

Mª Teresa Miró 

Universidad de La Laguna

 

La atención no es una función cognitiva entre otras, sino que es el fundamento mismo de la experiencia, dentro de la cual se despliegan otras funciones como percibir, razonar, recordar, etc. Y es que la atención no sólo dicta el tipo de relación que tenemos con las cosas, sino que determina también con cuales entramos en relación. Como en el famoso dibujo de M. C. Escher de las manos que dibujan manos, aquello a lo que atendemos determina el tipo de atención y, a la vez, el tipo de atención determina qué es lo que vemos. 

Para poder sobrevivir en un mundo incierto y cambiante, la evolución ha dotado a los seres vivos de dos tipos de atención, ambas necesarias y ambas, en gran medida, incompatibles: la atención focalizada y la atención abierta. Veamos el caso de los pájaros. Estos, como todos los seres vivos, para mantenerse con vida, necesitan nutrirse y, a la vez, protegerse de los depredadores. Para comer, tienen que poder discriminar con fino detalle las semillas comestibles mientras vigilan, de la manera más amplia posible, que no haya peligros cerca, de modo que ellos mismos no se conviertan en comida para otros. Esta situación requiere la combinación simultánea de la atención focalizada y la atención abierta. Pero si ambos tipos de atención son incompatibles, ¿cómo logran los pájaros hacer esto? La respuesta viene de la mano de la especialización de los hemisferios cerebrales. 

El cerebro se organiza en dos hemisferios, no sólo en los seres humanos, sino en toda la escala animal. Cada uno de los hemisferios atiende de manera distinta: el hemisferio derecho está más comprometido con la atención abierta, mientras que el izquierdo se ocupa de la atención focalizada. Así, el pájaro discrimina su almuerzo con el ojo derecho (controlado por el hemisferio izquierdo), mientras con el ojo izquierdo (controlado por el hemisferio derecho) se mantiene vigilante de los peligros potenciales. De esta forma la especialización hemisférica hace posible lo que, en principio, parecía imposible. En los humanos, la especialización hemisférica es más compleja, debido al desarrollo de los lóbulos frontales que permiten crear distancia respecto a la inmediatez del mundo y abren la puerta a la posibilidad de entrenar la atención.

La práctica sistemática de la atención ayuda a aliviar el sufrimiento y a mejorar la convivencia. Esto es lo que hay detrás de las múltiples técnicas de meditación, en sentido amplio, que han surgido en casi todas las culturas. Imaginemos a un grupo de personas dirigidas por un maestro llevando a cabo una práctica de atención focalizada consistente en repetir unas frases; no importa que se llamen mantras o rosario, lo que importa es que la práctica en sí supone llevar a cabo una tarea mental de recitación repetitiva en compañía que, como consecuencia, produce un estado de mayor calma. Se trata, en efecto, de un descubrimiento milenario; descubrimiento que hoy está avalado por la evidencia científica. Históricamente, en la mayoría de las culturas, la práctica sistemática de la atención ha estado envuelta en narrativas más o menos religiosas, que contribuían a fomentar la cohesión del grupo y, sobre todo, fortalecían la motivación para practicar. Es poco probable que una persona se implique en la práctica de la atención per se, es decir, sin una narrativa. En cambio, es muy probable que se implique si cree que eso le acerca a Dios, si es creyente; o le ayuda a elevarse sobre sí misma y ser mejor persona, si cree en la virtud en el sentido moral; o si, a la vista de las evidencias científicas, está convencido/a de que contribuye a reducir su estrés, a mejorar su salud y a vivir de un modo más integrado y armónico.

Aunque en sentido amplio la práctica de la atención está presente en todas las culturas, la sistematización más útil de las técnicas de meditación ha sido llevada a cabo por los autores budistas. Vale la pena mencionar el Satipatthana Sutta (los cuatro fundamentos de la atención), que recoge las instrucciones sobre qué hay que hacer cuando nos sentamos a practicar la meditación, según las impartió el Buda histórico, que vivió hace más de 2.600 años. Este texto ha funcionado como un canon no sólo a lo largo de los siglos, también en la actualidad, ya que es el fundamento de las prácticas popularizadas como mindfulness

La palabra mindfulness, que ya es un neologismo en inglés, ha sido introducida en castellano para designar la Atención Plena, esto es, la conciencia que surge de prestar atención a la experiencia del momento presente, sin prejuzgarla; en otras palabras, se trata de salir de los automatismos o prejuicios por medio de un gesto intencional. Con la práctica, a medida que aprendemos a cambiar del piloto automático a la Atención Plena vamos siendo cada vez más capaces de vivir de forma más consciente, es decir, de darnos cuenta de lo que sucede a medida que sucede. Siguiendo el ejemplo de los pájaros que utilizamos al principio, podríamos definir la Atención Plena como la integración simultánea de la atención focalizada y la atención abierta.

En la actualidad, estamos atravesando una transformación cultural sin precedentes debido a las nuevas tecnologías. Esta transformación es profunda porque afecta a la conciencia, es decir, a la forma en la que somos conscientes de la realidad del mundo, de nosotros mismos y de los demás. Con las nuevas tecnologías, se ha producido una aceleración de la historia: las expectativas que tenemos caducan muy rápido. Los esquemas culturales ya no nos sirven y el estrés es inmenso. La incertidumbre y la sensación de estar pisando arenas movedizas se agranda, … entonces, ¿a qué podemos agarrarnos que nos sostenga y nos fortalezca?, ¿a algo externo o a algo interno a nosotros mismos como la capacidad de darnos cuenta de que somos conscientes, practicando la Atención Plena? 

Agarrarnos a la práctica de la Atención Plena es algo que ya está sucediendo, si tenemos en cuenta la extraordinaria expansión de las prácticas de mindfulness o Atención Plena durante los últimos veinte años: En los tratamientos psicológicos, para aprender a reducir los síntomas de estrés, ansiedad y depresión, en el marco educativo, desde el pre-escolar a la universidad, en las empresas, en los hospitales, etc. Por paradójico que aparezca, la práctica milenaria de la Atención Plena se ajusta como anillo al dedo a la necesidad de este momento histórico. Somos el presente y los herederos de la larguísima evolución de la vida.