Transgénicos: Los primeros 25 años

FECHA: 30/11/2018

AUTOR JOSÉ MIGUEL MULET

FOTOGRAFÍA CARLA GARRIDO

Profesor de la Universidad Politécnica de Valencia

Los primeros alimentos transgénicos llegaron hace 25 años a los supermercados de Estados Unidos. Es un buen momento para reflexionar sobre lo que han supuesto, sus beneficios, y toda la polémica que hay alrededor de ellos.

Cuando le preguntamos a la gente sobre transgénicos, es probable que nos diga que son unos alimentos peligrosos o que no son recomendables. Muy poca gente dirá que los alimentos hechos a partir de animales o plantas genéticamente modificadas (o transgénicos) solo es una de sus muchas aplicaciones. Realmente, las plantas transgénicas llegaron tiempo después de tener animales transgénicos que se utilizaban en investigación biomédica, o de tener microorganismos transgénicos que se utilizaban en multitud de procesos industriales. Actualmente, utilizamos transgénicos cada vez que entramos en una farmacia, ya que están presentes en muchos medicamentos, o en productos de uso cotidiano como detergentes, ropa de algodón o líquido para limpiar lentes de contacto.

Los primeros alimentos transgénicos en llegar al gran público fueron dos variedades de tomate. Aunque ahora parezca bastante increíble, en su momento no hubo apenas polémica, y fueron recibidas con indiferencia por el consumidor americano. Además fueron un fracaso comercial. La mejora que conferían era que tardaban más en hacerse blandos algo que no era una demanda del público. Otro fallo estratégico fue que se utilizó una variedad de tomates fácil de transformar, pero poco interesante desde el punto de vista del mercado por tener un sabor muy anodino. Las dos primeras variedades se retiraron del mercado por motivos comerciales. Sin embargo, en 1996, la empresa británica Astra Zeneca comercializó un tomate que se utilizaba para hacer pasta de tomate que se vendió en las cadenas Sainbury’s y Safeway y llegó a acaparar el 60% del mercado. Si todo empezó con tal naturalidad, ¿qué pasó entonces?

El motivo del rechazo a los transgénicos es debido a una confluencia de factores. Las plantas transgénicas fueron desarrolladas simultáneamente por la Universidad de Gante (en Bélgica), la Universidad Washington, en San Luis (Missouri) y la empresa Monsanto. Las universidades lo vieron como una herramienta académica, sin embargo, Monsanto le vio una utilidad comercial y fue la primera compañía privada que tuvo la tecnología lista para venderse. En Europa se habían estado haciendo ensayos de campo durante cuatro o cinco años sin ningún problema y se autorizaron las primeras variedades, entre ellas el maíz MON810, que se sigue sembrando en la actualidad, pero cuando llegó a Europa el primer cargamento de soja transgénica de Monsanto se creó una gran polémica. Esta polémica fue promovida en primera instancia por el partido verde alemán y Amigos de la Tierra (Greenpeace tardó en incorporarse a la campaña antitransgénicos). Como muchas otras campañas impulsadas por grupos ecologistas, podría haber tenido éxito… o ser un fracaso. Pero confluyeron otros dos factores. Para empezar, que ninguna empresa europea de semillas estaba preparada para asumir el reto tecnológico, y tenían miedo de que Monsanto les quitara el mercado, por lo que ninguna empresa o administración hizo ninguna oposición a esta campaña de descrédito por parte de los grupos ecologistas. Y por otra parte, el impulso definitivo para el triunfo de esta campaña fue la crisis de las vacas locas en el año 2000, en la que a la ciudadanía le entró mucho miedo por el tema de la alimentación. Esta crisis fue utilizada de forma ilegítima por los grupos ecologistas, aunque realmente no tenía ninguna relación con los transgénicos. Esta presión provocó que las cadenas de supermercados inglesas retiraran de sus lineales todos los productos que llevaban transgénicos, que se bloquearan todas las autorizaciones y que se implementara una ley que obligaba a etiquetar todos los productos que contienen transgénicos. Por cierto, esta campaña triunfó básicamente en Europa. En Estados Unidos las mismas organizaciones ecologistas apenas hacen campaña. Solo hay que ver la página web de Greenpeace en Estados Unidos, para ver que el tema de los transgénicos ni siquiera aparece en portada.

¿Debemos preocuparnos? La verdad es que en 25 años ninguno de los pronósticos negativos se ha cumplido. No ha habido ningún problema de salud y de medio ambiente derivado del uso de esta tecnología, debido, entre otras cosas, al exhaustivo control al que está sometida cualquier nueva variedad. Los transgénicos son la tecnología agrícola que más rápida implantación ha tenido. Los principales cultivos modificados genéticamente son el algodón, la soja, el maíz y la colza y los principales caracteres introducidos son la resistencia a insectos o la tolerancia a herbicidas. A efectos prácticos, esto ha permitido que cereales de primera necesidad se mantengan a un precio asequible, o que hayan disminuido los costos de producción del algodón, lo que ha beneficiado a los pequeños y medianos productores de países como la India, Pakistán o Bangladesh, o que el ahorro en insecticidas haya disminuido el impacto ambiental de muchos cultivos, o las intoxicaciones de agricultores. En Europa estamos comiendo muy pocos transgénicos, aunque si tienes paciencia puedes encontrar alguna lecitina de soja o alguna harina de maíz etiquetada como que contiene productos OGM, sin embargo, prácticamente la totalidad del ganado se está alimentando con maíz y soja transgénica.

Una crítica que se hace es que la mayoría de variedades transgénicas benefician al agricultor, pero al consumidor no le suponen ninguna diferencia. Esto es cierto, y se debe a que en estos casos la ventaja se obtiene con un único gen, mientras que conseguir variedades enriquecidas en vitaminas o en antioxidantes necesitan varios genes y son proyectos más complicados. Pero la tecnología avanza, y ahora ya tenemos disponible en el mercado arroz, maíz, plátano, naranja y yuca enriquecida con vitamina A, tomates y piñas enriquecidos en antioxidantes, manzanas que no pardean al cortarlas, trigo sin gluten, etc.

Si tenemos en cuenta que los beneficios cada vez son más evidentes para el consumidor, y que las propias organizaciones ecologistas apenas hacen campaña en contra porque corren el riesgo de minar su propia credibilidad, a esta tecnología le queda cuerda para rato.