Refugiados climáticos y comunidades marinas

FECHA: 30/11/2018

AUTOR JOSÉ CARLOS HERNÁNDEZ
VÍDEO UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA


Ecología de Comunidades Marinas y Cambio Climático Universidad de La Laguna

Hace unos años, escuché al ahora expresidente de la República de Kiribati, Anote Tong, en una intervención televisada. No me podía creer lo que estaba contando. Su país estaba desapareciendo bajo las aguas del Pacífico. Este señor reclamaba unas acciones desesperadas a la comunidad internacional para frenar el calentamiento global porque, indirectamente, el derretimiento de los casquetes polares estaba hundiendo a su pueblo bajo las aguas. Incluso, relataba, que estaban adquiriendo terrenos en Fidji para poder desplazar a parte de su pueblo. Fue este uno de los primeros relatos sobre desplazados climáticos. Oídos sordos a sus comentarios, el presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, decía unos meses después que “el concepto de cambio climático fue creado por y para los chinos para volver a la industria manufacturera estadounidense no competitiva”. Hoy en día, la ONU estima que existen unos 26 millones de refugiados climáticos y se prevé que en unas décadas esta cantidad se eleve a más de 100 millones de personas.

Este calentamiento global, que está causando el derretimiento de los polos, es consecuencia de un exceso de CO2 en la atmósfera que acrecienta el efecto invernadero y hace que aumente la temperatura del planeta. Las concentraciones de CO2 en la atmósfera fluctúan de manera natural, debido a los cambios en la órbita terrestre, que modifican la intensidad de la luz solar que incide sobre el planeta Tierra, o por cambios en la actividad volcánica que también hace que fluctúe el CO2 atmosférico. Sin embargo, sabemos, gracias a la composición isotópica del carbono, la procedencia del CO2 y podemos decir que las concentraciones atmosféricas se han incrementado recientemente debido a la actividad humana y, concretamente, al uso de combustibles fósiles. Actualmente, producimos unas 38 gigatoneladas de carbono al año, cuando en 1950 producíamos 11 gigatoneladas. Además, estas concentraciones registradas están por encima de todo lo registrado en 800.000 años previos.

El problema es que el debate se ha politizado y las empresas petroleras, los grupos ambientalistas, los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales eligen los resultados que se adaptan mejor a sus intereses. Por ello, los gobernantes de los países no logran ponerse de acuerdo en las cantidades, los más reticentes, siempre, los que más dependen de este tipo de industria. Recientemente, en la cumbre climática de Katowise en Polonia, se llegaba a un acuerdo de mínimos para poder aplicar el acuerdo de París, que básicamente pretende mantener el calentamiento global por debajo del límite de los 2oC, mediante el control de las emisiones de los países firmantes a través de cuotas de emisión. Más allá de los discursos políticos, el cambio climático es un problema ambiental y social real, al que tenemos que enfrentarnos como sociedad global puesto que las acciones de unos países afectan al bienestar de otros.

Aquellos que aplicamos el método científico, vamos avanzando por un camino más directo, o eso pretendemos, y tratando de estudiar no solo los efectos del cambio climático en el planeta y en los organismos que lo habitamos sino también buscando diferentes opciones. Además, estoy convencido de que si las soluciones quedaran en manos del método científico, evolucionarían y cambiarían, pero siempre en busca de la solución, sin intereses políticos que convierten en un caos algo bastante simple. En este sentido, nuestro grupo de investigación en ecología marina lleva varios años estudiando las comunidades marinas que nos ayudan a mitigar los efectos del exceso de CO2 atmosférico, ya que los océanos absorben aproximadamente el 26% del CO2 proveniente de la actividad humana. Con nuestra investigación pretendemos determinar qué comunidades marinas absorben más CO2 y cómo podemos beneficiar su desarrollo.

Durante el último proyecto de investigación pudimos determinar que las comunidades de especies vegetales marinas presentes en algunas islas son unos filtros excelentes y llegan a absorber una gran cantidad de CO2. Éste es el caso de las comunidades dominadas por Lobophora variegata, que absorben una gran cantidad de CO2, y con ello mitigan los efectos del cambio climático. A modo de ejemplo, les expongo el siguiente caso. Imagínense que los 68.000 vehículos del parque automovilístico de la isla de La Palma recorrieran unos 10 km, éstos terminarían produciendo a lo largo del día unas 68.53 Tm CO2/día. Nosotros sabemos que la extensión de los fondos de Lobophora en la isla de La Palma es de 839 ha. Por lo que, haciendo un poco de matemáticas, hemos calculado que estas comunidades de macroalgas son capaces de absorber un 20% de ese CO2 producido por los vehículos de la isla. Sorprendente, ¿no? con este conocimiento, el siguiente paso sería favorecer todas aquellas acciones que repercutan en la protección y expansión de estos fondos vegetados y así disminuir las concentraciones de CO2 atmosférico.

Asegurando unos océanos más protegidos, por ejemplo con la creación de reservas marinas, podemos favorecer el desarrollo de comunidades algales eficientes y así disminuir el exceso de CO2 que está generando el calentamiento global. Este estudio se suma a un número creciente de posibilidades y estrategias planteadas por los científicos para mitigar los efectos del cambio climático, y así tratar de evitar casos tan preocupantes como el aumento de los refugiados climáticos. La pregunta es, ¿seremos capaces de hacerlo como sociedad global? ¿podremos anteponer la sensatez biológica a una economía en contra de lo natural?