Tecnología, mejora humana y transhumanismo

FECHA: 30/11/2018

¿QUEDARÁ LA VIDA HUMANA REDUCIDA A UN PRODUCTO, ALGO CUYA CALIDAD SE VIGILE Y CONTROLE CON SUMO CUIDADO, ALGO HECHO POR FABRICANTES CON LICENCIA, BAJO LA SUPERVISIÓN DE EXPERTOS EN MEDICINA? PHILIP KITCHER, LAS VIDAS POR VENIR, MÉXICO: UNAM, 2002, PP. 15-16.

AUTORES ANTONIO DIÉGUEZ
ILUSTRACIÓN VERÓNICA MORALES

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia Universidad de Málaga

 

Mis primeros pasos en la filosofía de la biología estuvieron encaminados en torno a la difícil cuestión de las consecuencias filosóficas que cabe extraer del modo en que evolucionó nuestra mente y de qué hay en ella que la liga a la de otros primates o la separa de ellos. En fechas recientes me ha interesado, sin embargo, una cuestión que podríamos considerar situada en un extremo opuesto: la de si podremos potenciar nuestra inteligencia y otras cualidades fenotípicas gracias a las biotecnologías y si será deseable hacerlo más allá de cierto punto, a partir del cual podríamos decir que habríamos creado una nueva especie, una especie posthumana. Ligada a esa cuestión está también la de si será posible y deseable desembarazarnos alguna vez por completo de nuestra condición biológica para alojar nuestra mente en un soporte artificial que nos permita escapar de la muerte. Digamos que me han ocupado dos extremos teóricos en lo que concierne al ser humano. Por un lado, el de lo que nos hace animales, producto de una evolución biológica de la que la mente no es excepción. Por otro lado, el de las posibilidades científicamente fundadas de que el ser humano consiga modificar su biología y trascenderla hasta dejar de ser propiamente humano mediante la aplicación de diversas tecnologías, pero fundamentalmente de las biotecnologías, y de las consecuencias sociales y políticas que el mero intento tendría. Considero que ambas están entre las cuestiones filosóficas más interesantes de este momento. La segunda de ellas, que es de la que me ocuparé aquí, se conoce como la cuestión de la mejora humana o, también, la cuestión del transhumanismo.

La pregunta inicial con la que se tropieza cualquiera que empiece a leer sobre este asunto es por qué hay gente que quiere mejorarse tecnológicamente hasta el punto de no importarle si llega a convertirse en un organismo no humano o posthumano. Y la respuesta a esa pregunta es muy simple: nadie o casi nadie quiere morir. El principal atractivo que ejerce el programa transhumanista es justamente este. El biomejoramiento humano se presenta con múltiples facetas. En principio, de acuerdo con la tecnología empleada, pueden distinguirse tres modalidades: la mejora química o farmacológica, la cibernética y la genética. A su vez, cada una de ellas puede estar dirigida al mejoramiento de las capacidades físicas o de las capacidades mentales y conductuales. Pero, como digo, la mejora tecnológica que ha despertado mayor atención ha sido la de la posible extensión de la vida humana, primero mediante fármacos y más adelante, cuando la tecnología sea segura, mediante la manipulación genética, por ejemplo, mediante el alargamiento de los telómeros.

Algunos, como el gerontólogo Aubrey de Grey, prometen a los que hoy son jóvenes una existencia de duración indefinida. Según sus tesis, la esperanza de vida ha venido aumentando significativamente en los últimos años en todos los países desarrollados y los avances de la medicina harán que dicho aumento sea aún mayor en el futuro, hasta llegar a un punto en el que por cada año que pase, la esperanza de vida aumentará en un año, y de ese modo la muerte quedará aplazada de forma indefinida. Con un optimismo que ha causado escándalo, de Grey ha situado en 2029 la fecha en que tal acontecimiento sucederá. Es decir, será el año en el que se alcanzará lo que él llama la “velocidad de escape de la longevidad”, el año a partir del cual por cada año que vivamos, ganaremos otro de vida.

Las predicciones de Grey no son compartidas por los especialistas en el estudio científico del envejecimiento. Las afirmaciones de éstos son mucho más prudentes, y no hablan jamás ni de una vida de mil años ni de una supuesta inmortalidad tecnológicamente garantizada. No obstante, la esperanza de que el envejecimiento pueda ser no solo ralentizado sino detenido e incluso revertido en alguna medida, no es ya una esperanza ajena por completo a la ciencia. En 2013, Google financió con 1 millón de dólares la creación de la empresa de biotecnología Calico Labs, dedicada a la investigación para la lucha contra el envejecimiento y las enfermedades con él asociadas. En 2015, dicha empresa recibió además el apoyo del MIT y de la Universidad de Harvard a través del instituto Broad. Hoy por hoy, hay otras empresas biotecnológicas trabajando en la investigación sobre la extensión de la vida en animales y en seres humanos.

No debería sorprender demasiado esta fuerte inversión económica. Es comprensible que los magnates de Silicon Valley y de otros centros tecnológicos no deseen morirse y quieran emplear su dinero en el empeño de evitarlo, pero es que además se trata de una inversión muy rentable. El negocio de la salud (y el manejo de los datos sanitarios) va a ser en los próximos años aún más voluminoso de lo que ya es en la actualidad, y la medicina regenerativa se espera que sea una parte sustancial de ese negocio.

Hemos pasado de anhelar una buena muerte a no querer morir. Quizás ningún cambio de mentalidad sea más descriptivo de nuestra época. La extensión significativa de la duración de la vida en condiciones saludables, e incluso el rejuvenecimiento, se empiezan a ver como conquistas posibles de la biomedicina y la nanotecnología. Estas esperanzas, sin embargo, agitan las aguas de la opinión pública y tras ellas se ocultan en no pocas ocasiones discursos ideológicos sin una base científica genuina que exageran las promesas y buscan el medro. En los próximos años, una tarea ineludible de los científicos será señalar con claridad dónde se sitúan los límites reales de la investigación sobre estos temas, y una tarea obligada de legisladores y filósofos será la de analizar las consecuencias previsibles de los avances en dicha investigación y cómo evitar los escenarios indeseables.